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¿Qué hará Juan Carlos Escotet?

    acordada en un abrir y cerrar de ojos, la absorción de Bankia por CaixaBank no solamente alumbra el mayor banco de España, sino que abre la puerta a una nueva oleada de fusiones que afectará, sí o sí, a Galicia. Vayamos por partes. El retrato del nuevo gigante impresiona: 664.000 millones de euros en activos, liquidez de 128.000 millones, un 25 % de los créditos, un 24 % de los depósitos y 20 millones de clientes. Lo que dicen estos números es que nace una entidad financiera bien provisionada y capitalizada para afrontar un escenario incierto, con tres grandes retos: los cambios de los hábitos de los consumidores por el impacto de la revolución tecnológica, la baja rentabilidad en estos últimos años y la inesperada crisis planetaria alimentada por el coronavirus. La fusión era necesaria –cuenta con las bendiciones del BCE y del Gobierno español– y será beneficiosa para blindar la fortaleza de un sector sostenido sobre tres sólidos pilares: Santander, CaixaBank y BBVA. Quedan pendientes de resolver en esta operación relámpago temas tan sensibles como la adaptación a la nueva realidad de las redes de oficinas y de la plantilla –Goirigolzarri se quitó de encima la patata caliente asegurando que el nuevo proyecto ofrece opciones de crecimiento a todos los empleados, y Gortázar solo dice que “ahora no toca”– y la integración tecnológica. Toque o no, y sin ánimo de especular, es indudable que los ahorros de más de 770 millones en costes anuales llevarán aparejados recortes en personal y sucursales, aunque la historia reciente de las fusiones bancarias nos enseña que se harán de acuerdo con los sindicatos y de la manera menos traumática posible. En cuanto a la segunda variable, cómo impactará la operación en Galicia, la nueva CaixaBank tendrá que hacer ajustes de plantilla y redimensionar su red, lo que a priori no es una buena noticia para sus clientes. Con la nueva ronda de fusiones en marcha, muchos ojos miran a Abanca y líderes políticos, económicos y sociales se preguntan qué ficha moverá Juan Carlos Escotet, que controla casi el 80 % del capital. Hábil comprador, el banquero hispanovenezolano no da ninguna señal de querer deshacerse de la joya de la corona del sector financiero gallego. Sabe perfectamente que el BCE y la vicepresidenta Calviño quieren cerrar el círculo para dejar saneado el mapa bancario europeo, a salvo de un crac que sería fatal para la salud de la economía. No son descartables operaciones en Galicia, pero con Escotet –juega a su favor que Abanca no cotiza en Bolsa– comprando, nunca vendiendo.

    19 sep 2020 / 00:00
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