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Un mal trago más allá de los bares

    crisis. La hostelería, el turismo y el ocio nocturno son, sin duda, el reflejo más visible del impacto del coronavirus en la economía. Bares, cafeterías, restaurantes, pubs, agencias de viajes u hoteles sufren con dureza en sus carnes las restricciones para evitar la expansión de la COVID que, por otro lado, parece no tener techo. Sin embargo, los estragos de la pandemia van mucho más allá, como denotan las cifras ofrecidas por la patronal inmobiliaria Fegein, en las que destaca un reguero de locales comerciales vacíos –más de 7.000 en toda la comunidad– por el cierre de negocios de todo tipo y que ni bajando los precios consiguen inquilino. Y es que la falta de clientes en las tabernas o casas de comida inciden directamente en las ventas de librerías, mercerías, zapaterías o tiendas de regalos que jalonan la geografía gallega, un dato que se comprueba fácilmente en el desplome de las operaciones con tarjeta de crédito. Víctimas colaterales del desastre, al igual que muchos propietarios de esos bajos, cuya renta es en multitud de ocasiones su fuente de sustento o un dinero muy necesario para completar los ingresos de la pensión. Las grandes ciudades sufren también esta vez en mayor medida, llamando la atención el caso de Vigo o de la capital herculina, con alrededor de 1.500 propiedades en los que cuelga el cartel de se alquila. Un trago amargo que va más allá de barras y terrazas.

    16 ene 2021 / 01:00
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