Velar por el espíritu de la Ilustración

VELAR por el espíritu de la Ilustración. Ese es el lema que guía desde hace ya más de doscientos años a una veteranísima institución compostelana que muy pocos saben a qué se dedica, posiblemente porque ahora damos por hecho que ya nadie tiene que mantener vivos los valores que marcaron, a lo largo del siglo XVIII, el inicio de una nueva sociedad. Una sociedad en la que Dios pasa a un segundo plano (es el hombre quien guía su propio destino), en la que se apuesta por la libertad de pensamiento, por el equilibrio de los poderes, por una prensa sin ataduras, por la educación obligatoria y, sobre todo, por el triunfo de la razón. Velar por el espíritu de la Ilustración. Casi nada. En esa tarea andan aún metidas entidades como la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, cuyos líderes tienen ahora, aunque parezca lo contrario, un trabajo ingente que realizar, aquí y en los cinco continentes, para que esos valores no se vayan diluyendo cada vez más en un mundo globalizado que tiende a sustituir la razón, el sano debate y el humanismo por compulsivos chats en los que reina cualquier cosa menos la serenidad, el talante y el talento. En cuanto a la autonomía que propugnaba el espíritu ilustrado, consistente en privilegiar las elecciones y decisiones personales en detrimento de lo que nos llega impuesto por una autoridad ajena, precisamente porque se supone que los hombres son libres, responsables y cultos, ya ven lo que está pasando en la actualidad: los políticos nos tratan como si fuésemos tontos y nosotros obedecemos, sin rechistar, como corderitos, seguramente porque seguimos necesitando de líderes, aunque sean mediocres, y de dioses que nos digan lo que tenemos que hacer. Velar por la Ilustración... ¿De verdad a alguien le quedan fuerzas y ganas de realizar semejante trabajo en los tiempos que corren?

BEATRIZ CASTRO/Periodista