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Falsos profetas

    EL choque ha sido más que brutal, el mundo anda medio perdido cual náufrago en un agitado océano de informaciones, verdades, manipulaciones y mentiras, sin anclajes de certidumbre, antes al contrario, sumido en el desagüe de soberbias supuestamente infalibles. Y han llegado los falsos profetas, dispuestos a llenar ese vacío existencial, que tapiza millones de ansias cotidianas.

    El “mundo de después” no será el resultado de darle la vuelta al calcetín, dogmas de sustitución y aventureros de crecepelo. Tampoco se va a reconstruir literalmente el statu quo, porque han pasado demasiadas cosas. Lo sutil habrá de sustituir al blanco o negro, tendremos que fortalecer el espíritu de compromiso, y esto vale tanto para el medioambiente como para el teletrabajo, pongamos por caso.

    En las empresas y en otros lugares, el día a día estará nutrido, no sabemos por cuánto tiempo, de precauciones, de gestos-barrera, de medidas de distanciamiento, de mascarillas y geles, de limpiezas sistemáticas, incluso de toma de temperatura. Pero las inercias sociales son poderosas y lo constataremos más pronto que tarde.

    Hay quien dice que las pandemias son viejas compañeras de la humanidad y la historia lo muestra así. Pero tanto nos hemos emocionado con el dominio de las tecnologías, que estas malas pasadas de la naturaleza, no nos las merecemos y, por supuesto, no las comprendemos. Que pase tal cosa a la altura de nuestro desarrollo científico, ¡qué broma es esta!

    Pues pasa que la movilidad se ha vuelto tremendamente rápida y generalizada a través del ancho mundo, que la esperanza de vida ha aumentado y de qué manera, y muchas otras circunstancias. Claro, nos rodea el mito del fin de las enfermedades infecciosas, pero como bien dicen los epidemiólogos, a este respecto vivimos en un equilibrio inestable, susceptible de rupturas.

    Nunca estos fenómenos han cambiado el curso de la historia, pero lo han acelerado. Y, por cierto, los intercambios comerciales no son cosa de ayer ni de antes de ayer, y con ellos avanzó el progreso, el saber y la economía. También fueron vehículo de epidemias.

    Ahora bien, ¿es la mundialización culpable de que occidente no sea capaz de fabricar urgentemente mascarillas, material de diagnóstico, máquinas de asistencia respiratoria? ¿Es sensato deslocalizar la fabricación masiva de medicamentos?

    Caben muchos matices, pero pensar que la solución pasa por la vuelta a una especie de autarquía retocada, es tremenda insensatez.

    02 jun 2020 / 21:32
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