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11-S: sombras y niebla

    COMO era previsible, las televisiones, los digitales y los medios impresos se poblaron de imágenes de veinte años atrás. De aquellas imágenes terribles que tienen ese equívoco aire cinematográfico. Ayer fue el día, así lo marcaba el calendario insobornable, y durante la noche volví sobre los documentales que pasan por Movistar +, de la mano de Iñaki Gabilondo (Las nuevas amenazas tras el 11-S), y los especiales que emitieron Televisión Española y, durante la sobremesa, La Sexta. Por supuesto, era posible encontrar piezas aquí y allá, en canales temáticos y de historia, tertulias, debates y análisis, prácticamente en bucle.

    Pero, a pesar de esa persistencia en nuestra retina del singular ataque terrorista que abrió el siglo XXI, a pesar de lo que aquello desencadenó, la conclusión de no pocos estudiosos del orden mundial es que las cosas no se han clarificado en estos veinte años (y el abandono precipitado y caótico de Afganistán es, como repetimos estos días, un síntoma evidente). Muy al contrario, hay una sensación creciente de que han aumentado las sombras y la niebla.

    ¿Cómo compatibilizar la idea del futuro y del progreso con la incertidumbre? ¿Cómo compatibilizar la velocidad de los cambios tecnológicos con los ataques a la modernidad? Durante todos estos años hemos convivido con mundos muy diferentes, circulando en diferentes capas de la realidad. Hemos vuelto al espacio, a Marte, fabulamos con la conquista de planetas, la ciencia ha avanzado de manera extraordinaria y la tecnología presenta novedades a diario. Y, al tiempo, han seguido los conflictos, las guerras civiles, las tensiones permanentes, las amenazas. La resiliencia humana y el espíritu de superación nos permiten avanzar (nunca lo hizo tanto la medicina, por ejemplo), aun sabiendo que podemos estar caminando sobre arenas movedizas. Tal vez existe la esperanza de que el progreso acabe con las desigualdades, que finalmente están en el origen de todos los males.

    Nos enfrentamos a múltiples amenazas, conflictos nítidos o difusos, derivados de la lucha del poder, en clave local o global, pero también originados por la necesidad de recursos y por el dominio geoestratégico. Algunos de estos aspectos aparecen tratados en el segundo documental de Gabilondo, al que nos referíamos. Es decir, la incertidumbre de este nuevo siglo no sólo viene alimentada por la sacudida feroz de aquel 11-S que ahora recordamos, sino más bien por todo el oleaje que provocó, en el terreno simbólico y en el meramente físico. Y ese oleaje sigue ahí.

    Hay una opinión bastante unánime sobre la dificultad de construir un mundo igualitario y pacífico, y sólo será pacífico si es igualitario. Como le dice Mark Gubrud (Universidad de Carolina del Norte) a Gabilondo, la carrera armamentística puede tomar otros rumbos, y el espacio es uno de ellos. Pero, con todo, la verdadera carrera global tiene que ver con los recursos, con la energía, con el comercio. Ahí se libran batallas soterradas que, como dice Antonio Quesada (Comité Polar Español) en ese mismo documental, hablando de la explotación ártica, no han emergido del todo en la escena política global. Pero lo harán.

    El mundo se reconfigura, y lo hace con una sensación de fragilidad y temor. Y hay problemas nuevos y viejos. Desde la amenaza biológica a la cuestión cibernética, pasando por las luchas en busca de recursos hídricos. Mucho por hacer en poco tiempo. Mientras, los ecos del 11-S siguen ahí, envueltos entre las sombras crecientes y la niebla densa, que no parece disiparse.

    12 sep 2021 / 01:00
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