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A los que sufren

    ESTE artículo está dedicado a los que sufren, es decir, a todas las personas, pero en especial a aquéllos que cargan a pie con bolsas del Mercadona largas distancias, más que a los que hacen la compra con su flamante todocaminos dejado en el párking del centro comercial.

    Les confieso que pasé una infancia, adolescencia y juventud muy feliz, sin saber lo que es sufrir, protegido por el paraguas de mi familia, perteneciente a la extinta llamada clase media.Empecé a sentir dolor cuando mis padres comenzaron a perder la salud y supe lo que es el término sufrir como una hostia cuando fallecieron.

    A partir de ahí tuve que volar solo sin paraguas ni paracaídas. Mi segunda hostia me la llevé con mi separación y alejamiento de mi hija. A partir de ahí padecí mucho por distintas razones y empecé a recuperar el camino de la humildad para superar mejor los golpes. Comencé a ver y actuar ante gente que sufría desde un digno mendigo en la calle como mirar hacia un enfermo o a una persona mayor.

    Casi me costó 45 años aprender a tener esa mirada. Camilo José Cela llegó al Nobel por saber observar la colmena mísera de la España de posguerra y siempre trató en sus libros con cariño a los desarrapados.

    La humildad sirve para hacerte feliz con poco y ver que detrás de tí están cientos comiendo los atramuces de ‘El conde Lucanor’ o la fila de los bancos de alimentos.

    Vale la pena dedicar una vida a ser sabio en humildad y admirar a gente humilde. La humildad está presente en grupos de autoayuda que a mí me facilitaron la lucha diaria. Cáritas, la Cruz Roja y las ONGs están ahí para amparar a los más desafortunados.

    Al contrario, la soberbia te aleja de la realidad y te hace vivir un delirio que puede acabar en hacerte un dictador dentro de tu círculo familiar y de amistades. Yo también pasé por episodios de esa clase.

    Siendo muy joven, casi me reía al escuchar en un tanatorio que la vida es un valle de lágrimas, cuando para mí era divertida.

    La señora que me ayuda en casa con la limpieza me dice: “Calamidades las pasamos todos”, que razón tiene.

    El dolor te deja marcas y arrugas en la cara y en la piel, como si te marcaran como a una res en un rancho. Sirvan estas palabras para, empezando por mí, ser más humildes todos para comprender un mundo duro con guerras, gente sin casa por un incendio o por la erupción de un volcán y las pandemias.

    16 ago 2022 / 01:00
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