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A vueltas con el fútbol

    LA reciente polémica en torno a la creación de una Superliga europea promovida por un grupo de clubes de fútbol privilegiados ha desencadenado un nuevo debate sobre el llamado “deporte rey”; un título ya de por sí injusto, pues conlleva cierto menosprecio hacia otros muchos deportes igual de dignos. Con todo, es innegable que el balompié congrega masas, mueve cantidades obscenas de dinero, acarrea intereses, y acapara la atención de los medios de comunicación de una forma probablemente desproporcionada.

    Dada la proyección de este deporte, es justo y bueno que la sociedad esté atenta a los valores, o a la carencia de ellos, que se están asociando a esta práctica deportiva; entre otros motivos, porque son muchos los jóvenes que se mueven en ámbitos futbolísticos y permanecen atentos a cuanto de él se dice. Quienes tenemos hijos en equipos de fútbol apreciamos ciertos valores asociados a este deporte que deseamos inculcar a los pequeños, como la práctica de ejercicio físico, el sentido de equipo, o la capacidad de esfuerzo y sacrificio colectivo.

    Nos gusta comprobar que se superan barreras de género en el fútbol base, y cómo compiten niños y niñas en igualdad de condiciones. También el modo en que se enfatiza en ciertos clubes la idea de participar por encima de la de ganar, e incluso el hecho de que se ponga en tela de juicio la tradicional y obsoleta agresividad tanto de jugadores como de entrenadores. Es verdad que, a medida que se avanza en las categorías, se ve cuánto queda por hacer si el fútbol aspira a convertirse en un deporte más destinado a fomentar valores que a representar el negocio de unos pocos privilegiados. Las ligas femeninas siguen siendo menospreciadas, las diferencias entre los clubes con poder económico y otros más humildes se antojan insalvables, los sueldos astronómicos de ciertos jugadores contrastan con los miserables emolumentos de otros incluso en categorías semejantes, y actitudes racistas tienen lugar cada poco tiempo, por poner sólo algunos ejemplos bien conocidos.

    Ahora se critica, probablemente con razón, el que unos equipos poderosos hayan intentado salvar su situación económica incluso a costa de otros que están no sólo en la misma categoría, sino incluso sufriendo una peor situación financiera; porque la crisis provocada por la pandemia ha afectado a todos. Pero la situación no parece tener una salida fácil, porque si bien esos promotores de la Superliga pueden haber pecado de prepotencia, organizaciones como la UEFA, la FIFA, o LaLiga, llevan haciéndolo desde siempre, por no hablar de esos episodios oscuros y escándalos de corrupción en los que se han visto involucrados.

    No existe una respuesta sencilla, por mucho que políticos altaneros e irreflexivos hablen de descartar en ciertas competiciones a jugadores o clubes emblemáticos, como si no supieran el desinterés por las mismas que ello conllevaría. Pero tampoco debemos denigrar el fútbol sin más; ese deporte que fomenta el ejercicio, promueve el compañerismo, aviva entre nuestros pequeños el afán de superación, y reúne a las familias en torno a un televisor o a un terreno de juego.

    26 abr 2021 / 01:00
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