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Adiós a Lulú

    EL pasado sábado conocíamos la triste noticia del fallecimiento de la escritora Almudena Grandes en Madrid. Tenía 61 años y muchas historias que contar. Deja así inacabado el proyecto de los Episodios de una historia interminable, comenzado en el año 2010 y en el que, siguiendo el estilo de Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, quería retratar la atmósfera que se respiraba en la España de posguerra, sacando a la luz las historias reales que otros habían tratado de silenciar.

    En los últimos cursos el alumnado de 2º de bachillerato tuvo la oportunidad de conocer de primera mano, en las clases de Lengua y Literatura, una de sus obras más aplaudidas dentro de ese ambicioso proyecto, El lector de Julio Verne. Esta es una novela de aprendizaje o Bildungsroman, género literario que se centra en el crecimiento físico y moral del protagonista, que pasa de la infancia al principio de la novela a la edad adulta al final de la obra.

    Vemos la evolución de Nino, un niño bajito e indeciso, que acaba convirtiéndose en alguien dispuesto a luchar por lo que cree que es correcto. Tiene el corazón partido en dos: por un lado ama a su padre (guardia civil), y por otro tiene una admiración clandestina por los guerrilleros.

    Se dice de la autora de Los besos en el pan que fue quien le dio a los derrotados del siglo XX la épica que les faltaba, preocupándose por los exiliados republicanos y los que sufrieron las consecuencias del franquismo, desterrados de la literatura durante mucho tiempo. Estuvo muy centrada en todo lo que tuviese que ver con la memoria histórica. Se declaraba, además, una escritora antisistema. “Republicana, de izquierdas y anticlerical” se confesaba en una columna publicada en 2008 en un periódico de tirada nacional.

    En una entrevista de 2017 afirmaba sobre estas novelas lo siguiente: “Esta serie me ha devuelto al proyecto de historiadora que fui. La que ha ajustado cuentas es la historia conmigo. Un montón de años después me ha demostrado hasta qué punto es importante lo que estudié. Probablemente yo no la habría escrito igual si no fuera historiadora”.

    También aseguró en su momento que para escribir una novela había que llegar a un equilibrio perfecto entre la libertad creativa y la lealtad a la verdad histórica. “Escribir es tomar posición en el mundo. La escritura en sí misma es un acto ideológico”, reconocía.

    Las edades de Lulú, su primera obra, fue un gran éxito de ventas, ganando el premio de La Sonrisa Vertical. Después de esa novela erótica llevada al cine por Bigas Luna vendrían títulos como Malena es un nombre de tango o El corazón helado, hasta llegar a Inés y la alegría (donde aparece la Pasionaria), Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García (Premio nacional de Narrativa en 2018) o La madre de Frankenstein, entre otros.

    Quedó en el tintero la novela que se titularía Mariano en el Bidasoa. Estas seis novelas independientes narran momentos significativos de la resistencia antifranquista en un periodo comprendido entre 1939 y 1964.

    Siempre en contacto con sus lectores, pidió una disculpa por sus ausencias en una columna que tituló Tirar una valla, donde confesaba su dolencia y las ganas de volver a estar ahí para todos, firmando libros en una caseta, en contacto con su público.

    Almudena Grandes tenía claro para quién escribía: “Habrá gente que no me lea porque les parezca ideológicamente repulsiva. Pero eso me da igual. Yo procuro escribir los libros que creo que tengo que escribir. Escribo para la lectora que soy yo. Y ya está”. Quedémonos con eso.

    02 dic 2021 / 01:00
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