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LOS REYES DEL MANDO

Agosto / 10

    UNA de las maneras más contundentes de poner una barrera a la realidad (no se sientan culpables por hacerlo) es leer libros. Lo hemos hecho siempre en la playa, bueno, no todo el mundo, aunque desde luego no es el lugar más cómodo. En cualquier caso, sigo pensando que el libro es de uno de los objetos mejor diseñados de toda la historia de la cultura, y me temo que será difícil acabar con él, aunque no falte quien lo intente. En cualquier caso, los audiolibros están en alza (en realidad, lleven años y años en el mercado, en sus diversos formatos, claro), son una posibilidad, ya que vamos a todas partes con los auriculares... Y ahí tienen el libro electrónico, que, por lo que sea (o serán imaginaciones mías), no nos acaba de convencer.

    En verano toda lectura parece aprovechable, porque creemos que el tiempo es infinito. No lo es, claro, así que les recomiendo ir a lo contundente. Los clásicos, que a veces se miran con recelo, ofrecen una seguridad que en este tiempo confuso no encontrará usted en ninguna parte. Me ocurre un poco lo mismo con la televisión. ¿No les hablé el otro día de ‘Historias de Filadelfia’, que pasaba por La Dos sin dar un mal ruido? Se trata de películas de las que nunca se puede decir: “¡Ah, es que esa ya la he visto!” “¡Eso espero!”, habría que responder sin dudarlo. Porque, ¿todo lo que vemos y todo lo que leemos ha de ser necesariamente nuevo? ¿Despreciamos aquello cuyo desenlace ya conocemos? ¿Sólo nos interesa lo de ahora mismo? Quizás por eso nos gustan tanto los informativos.

    He vuelto a leer el Quijote (estoy con él, quiero decir) este mes de agosto, como medida contundente, incluso furiosa, contra la realidad. No lo llevo a la playa, quizás por el tamaño, aunque hay muchos ‘best sellers’ que tienen más páginas. ¿Se puede leer el Quijote en la playa? ¡Por supuesto! Aunque pueda parecer una provocación cultural, la obra de Cervantes es puro entretenimiento, es una risa que siempre ofrece detalles que antes no has visto. Sí, por supuesto que es muchas más cosas, pero, sobre todo, es eso. Tampoco me digan que se saben todo el argumento. No es así. Hay mucha tela que cortar en este viaje maravilloso y también brutal. Porque junto a la risa, el Quijote está poblado por el dolor y la barbarie. Cualquier tiempo pasado no fue mejor (aunque, con este panorama, casi empiezo a dudarlo).

    Hace años Andrés Trapiello publicó en Destino un Quijote un poco adaptado (tampoco mucho), por si los más jóvenes no se atrevían con el original. Yo creo que hay que atreverse con el original, pero bueno, es una alternativa. Hay más escritores que cineastas (Terry Gilliam aparte) decididos a hacer sus nuevas lecturas quijotescas, como José María Merino, que hace unos meses publicó ‘A través del Quijote’ (Reino de Cordelia). ¿Qué es? Justamente un viaje sobre la cuerda del argumento cervantino. Microrrelatos que reinventan los episodios o no. Un gusto por analizar el paisaje que en algunos sitios no ha cambiado tanto. Las ilustraciones que pueblan este volumen, un repaso por los ilustradores clásicos, demuestran que es una obra muy visual. Ruiz Mantilla viene de publicar ‘El encuentro’ (Galaxia Gutenberg), donde fabula con una visita de Shakespeare a Cervantes, en Valladolid. Está el gran Gutiérrez Aragón, de acuerdo. Pero, ¿por qué Shakespeare ha tenido mucha más suerte?

    10 ago 2020 / 00:16
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