Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h
LOS REYES DEL MANDO

Agosto / 8

    EL HORROR al vacío es algo muy humano, y la historia de la humanidad, y también la historia de la literatura, tiene que ver con eso. Llenamos nuestra vida de narraciones porque nos salvan de la nada. Ese fue también el propósito del mito, de las interpretaciones del mundo que llegan hasta hoy: llenar la existencia de contenido, explicar de alguna forma la vida que vivimos, que es bastante inexplicable. En el principio, es cierto, siempre es la palabra. Necesitamos construir la realidad con el lenguaje, edificarlo con vocablos que den forma a las ideas, pues el mundo sólo es aquello que contamos y aquello que escuchamos. El mundo es una narración múltiple, a varias voces, un intento por dilatar un final infeliz.

    La nada contemporánea es mucho más profunda de lo que parece. El vacío produce angustia, por eso el ruido y la furia lo invaden todo, ejerciendo de confusa música celestial, de entretenimiento borroso que no exige mucho esfuerzo. Si este enorme ruido global cesara sentiríamos que no somos nada, que no influimos en nada, que nadie nos tiene demasiado en cuenta, por muchos seguidores que acumulemos en una red social. Todo es un embeleco, un decorado, un show de Truman, una forma desesperada de sobrevivir.

    Nuestro intento por recabar atención, por sentirnos importantes, resulta a menudo bastante patético. Por supuesto, en este tiempo de bulos sin fronteras y de lenguaje abiertamente cínico, no faltan los que quieren imponernos un guion (simplón, cutre y torpe, casi siempre, pero que logra sus adeptos y puede llevarnos al desastre). Hay un deseo mal disimulado de que prescindamos de nuestras propias palabras y aprendamos las líneas toscas que otros escriben para dirigir el mundo, de que repitamos como cotorras ciertas solemnidades mediáticas. Hay una depauperación consciente de la narración que construye el mundo, porque lo superficial, lo que no admite matices, lo que se impone como verdad innegociable, es mucho más susceptible de ser manipulado y sirve a su vez para manipular. Conclusión: no debemos creer el lenguaje precocinado, el que nos entregan listo para consumir. Así es como se envuelve la caja de Pandora.

    Lo cierto es que la liturgia del verano ha encontrado ya una poderosa narrativa que compite con la del Covid, tan persistente como angustiosa. La secuencia de rebrotes y el baile de cifras no parecen la mejor coreografía para interpretar este raro agosto, pero he aquí que el viaje del rey emérito, quién sabe dónde, articula de pronto un relato al que no le falta un solo detalle, salvo, claro, el destino final del protagonista.

    El suspense creado por la falta de información (un misterio casi de novela) ha abierto la veda de los paparazis, dicho sea sin ofender: apuesto que ya están apostados en diversos enclaves. Uno dijo la otra tarde que la foto en cuestión podría valer un millón de euros. Así que los platós son ya un hervidero de apuestas (ayer se aseguró que el destino había sido Abu Dabi), la narración cobra sin cesar un nuevo impulso, se retroalimenta cada hora con mucho morbo, porque parece un suspense más propio de la ficción. Hoy todo se convierte en un bucle interminable. También en agosto, queridos. El ruido ha venido para quedarse, quizás para salvarnos del dolor del silencio.

    08 ago 2020 / 00:16
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito