¿Al bar sí pero a votar no?

EN los primeros años de la etapa democrática Galicia destacaba en cada contienda electoral por su elevado abstencionismo. Eran varios los factores que incitaban a la pereza de los ciudadanos. Entre otros, la desconfianza hacia el colectivo gobernante, en general. Escuché decir: “Mellor que sigan os memos, que xa están fartos, e non ter que encher a outros”. Y parte de razón tenían. No hay más que ver lo rápido que se acomodaron a los oropeles de la casta algunos de sus más conspicuos detractores, hoy en el Gobierno y mansión en la sierra.

Con los años, la tendencia de los gallegos fue evolucionando hacia una mayor participación electoral, en grado similar y a veces superior a la media española y de otros países tenidos por modelo. Es previsible que el domingo también habrá un buen porcentaje. Las encuestas así lo pronosticaban la semana pasada, aunque el nivel de indecisos era elevado.

Pienso que la indecisión, si es que no se trata de voto oculto u opaco, se debe más a la duda ante tanta oferta variopinta que por miedo al virus. El riesgo de contagio por acudir a un colegio electoral es menor que hacer la compra en un supermercado, tomar unas cañas en una terraza o ir al estanco a por tabaco y volver a casa.

Buena para de la campaña ha transcurrido primero polemizando sobre la idoneidad de celebrar estas elecciones y ahora si deben aplazarse en la comarca de A Mariña. Los partidos de la oposición piden que se suspendan en la zona del rebrote, por el riesgo supuesto.

Creo que se equivocan, porque dan
la impresión que para ellos votar fuera menos importante que cualquiera de las actividades citadas, con la parado-
ja añadida de que al mismo tiempo
que advierten del peligro exhortan a
los ciudadanos a protagonizar una afluencia masiva.

El rebrote en el norte de Lugo es uno de los 67 contabilizados ayer en toda España, con un número importante de positivos, pero bajando y aun así la menor cifra global en Galicia.

En fin, intuyo una alta participación. Por lo que nos jugamos. La sociedad gallega es consciente de que vienen tiempos difíciles, preocupados porque cuando salíamos de una crisis económica entramos en otra bastante peor.

Votar no es solo un derecho, cuando menos igual que ir de copas, sino también un deber. Una obligación moralmente ineludible.