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Reseña Musical

Alondra de la Parra, dirige a la “OSG”, con obras de Arturo Márquez y Brahms

    Concierto de apertura de temporada de la “OSG”, en el Palacio de la Ópera-20´00-, dirigida por Alondra de la Parray y en el que tendremos el estreno europeo de Arturo Márquez, por la “Sinfonía imposible” y la “Sinfonía nº 3, en Fa M. Op. 90” de Johannes Brahms. Alicia de la Parra es una joven directora con estudios en la Mannhatan School of Music, y que presenta un currículo de sólida proyección ya que en esta temporada, fue directora invitada de la O.S. de Milán, mientras daba a conocer iniciativas artísticas en el espacio de la danza como ”Romeo y Julieta”, con Kenneth McMillan, para el Royal Ballet o “Como agua para chocolate”, con Joby Talbot, para esa compañía y destinado al Covent Garden, según coreografía de Christopher Wheeldon. Dirigió formaciones como la O.S. Helsinborg; la O. Tonhalle Zurich, en un Concierto de Año Nuevo, junto a Julian Pregardien; la Deutsche Kammerphilarmonie Bremen y la mítica Suisse Romande. Es autora de un espectáculo pluridisciplinar dedicado a todo tipo de públicos y con intenciones divulgativas, “The Silence of Sound”, a medias con Gabriela Muñoz; “Chula the Clown”, divertido entretenimiento orquestal sobre las triquiñuelas cómicas du un payaso. Fundó en 2004, la “O.F. Las Américas”, destinada al asentamiento de nuevos talentos, “Mi Alma Mexicana”, cuenta con registro de “Sony Classical”, obra conmemorativa del bicentenario de México. En 2019, la tuvimos con la “ONE”, en un programa muy personal con el pianista Michel Camilo.

    Estreno de Arturo Márquez, con la “Sinfonía imposible”, compositor mexicano del que tuvimos afortunada noticia por su “Concierto para trompeta y orquesta”, en manos de Pacho Flores, junto a otro estreno de Efraín Oscher. Márquez, viva representación de culturas con raíces, destaca en especial por la escritura de obras concertantes, entre las que sobresalen “Viraje”- para arpa y cuerdas-; “Máscaras”-arpa y orquesta-; “Concierto Son-flauta y orquesta-; “Espejos en la arena”-chelo y orquesta- o “Danzas mestizas, para clarinete bajo y cuerdas. El concierto referido, era una idea de esa luminosidad sonora, patrón de sus esencias imaginativas que se desplegaban para las variadas trompetas de Pacho Flores, en una serie de tres cuadros sonoros: “Son de luz”, “Balada de floripondios” y “Conga de Flores”. Márquez gozó de una etapa parisina de estudios con Jacques Casterde y con Ivo Malec y la vuelta a su país, le verá como profesor del “INBA” y de la “UNAM”, antes de optar en 1988 a una beca Fullbright, en donde se especializó con Morton Subotnick, Lucky Mosko, Mel Powell y William Kraft. Las tendencias contemporáneas con recursos electroacústicos, figuran igualmente en su repertorio creativo.

    La “Sinfonía imposible”, es obra de encargo vinculada con Alondra de la Parra y que se desarrolla en cuatro partes en una mención especial a las emergencias universales. Un primer espacio, se identifica en doble faceta con la angustia entre la naturaleza y la actitud del humano frente a ella, expresada por la cuerda para la primera y el viento por los segundos. Una actitud majestuosa, a cargo de la trompa solista, se identifica con ese término tal de actualidad, la resiliencia, y un canon para dos chelos solistas, en la continuación, expresa la aspiración a la igualdad de géneros, al que ponen acento flauta y contrabajo. La combinación de disonancias, armónicos artificiales y fusas de las cuerdas, es aspecto propio de un lenguaje contemporáneo. El espacio final, es una parodia de aparente desacuerdo acerca de las nimiedades de elementos esenciales, con el protagonismo de dos violines solistas, utilizando igual secuencia de alturas. Será el trombón quien protagonice el final de la pieza.

    Brahms con la Sinfonía nº 3, en Fa M. Op. 90”, con el autor retirado en Wiesbaden mientras indagaba sobre nuevos recursos, ya que vivía un consciente estado de transición y las urgencias obligadas de un nuevo concepto sinfónico, a la postre, una partitura símbolo, con atención a los pequeños detalles, pura madurez del maestro en el climax sinfónico desde el “Allegro con brio”, efectiva explosión con perfiles triunfales a cargo de las maderas agudas, hacia registros más oscuros que marcan su impronta, destacando el tema propuesto por el clarinete, en un motivo vibrante, que se adivina con influencias populares cargados de ternura. Otro tema en manos del oboe, breve apacible y dulce, propone los resultados del desarrollo. Un sinfonismo que valdrá el calificativo de poética del recuerdo y que para Hugo Wolf, no muy afecto a su música, confesará que le recordaba a una persona que volvía a su vieja morada, echando un vistazo a las telas de araña que penden del techo y a la hidra que entra por las ventanas.

    El “Andante” que nos acerca a una especie de paréntesis en clave de duda, es efectivamente el punto de reposo que hasta ese momento resultaba tensa y dramática. Valga que esa serenidad clara nos traslade a obras de juventud de cálida sencillez, con temas populares de vocación liederística y probados en las obras camerísticas . El primer tema de suma importancia, se manifiesta a través de las variaciones de considerable maestría en las que se reconoce la idea que ampliará en el episodio siguiente con protagonismo de clarinetes y fagotes o la continuación conclusiva en la búsqueda de equilibrio sonoro gracias a las cuerdas y las maderas. Contrastada expresión de reposo que para avezados entusiastas, supone una pudorosa conversación.

    El “Poco Allegretto” parte de las cuerdas con un reconocible aire anunciado por los chelos y que, con seguridad, no invita a pensar en una comparación formal con un “scherzo”, en realidad uno de los tiempos caracterizados por el color, las contagiosas medias tintas y una perceptible ironía que descubrimos en obras distanciadas en lo formal. De nuevo el lirismo como sustento en su delicadeza y afabilidad melancólica, desde un avance por detalles nos recordará en la distancia, a las herencias de las “danzas húngaras”, cediendo a una segunda aportación ensoñadora con perfiles contrastantes. El trío, un pasaje meditativo, queda como un momento de nuevo meditativo, en el contexto de una marcha lenta, extrovertida y afable. Puro Brahms en sus detalles más reconocibles.

    El “Allegro” final, puede pasar por un enfrentamiento con la naturaleza, en una ansiada confluencia de los resultados constructivos previos, y una confirmación de esa evolución de su lenguaje sinfónico que resume la fusión entre los patrones artesanales y la más acendrada inspiración técnica. Llegamos así a los pasajes grandiosos en cuanto a las proporciones. La exposición sobre tres temas principales, crudos en cierto modo y apasionados en su dramatismo pretendido, resulta la trama compleja elaborada sobre argumentos posiblemente reconocibles, en un grandioso desarrollo, que nos deja a las puertas de la coda de cierre, en similares parámetros.

    29 sep 2022 / 21:06
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