Amenazas

LA mejor manera de que algo anecdótico se convierta en una preocupación es dándole importancia. Este ha sido el error del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, en relación a las manifestaciones “espontáneas” de personas en algunos barrios de Madrid, y que parece que se han trasladado a las calles de A Coruña. Que griten los que utilizan la bandera de España, símbolo de unidad nacional, para colorear sus invectivas contra el Gobierno, entra dentro de lo normal y esperable en cierto sector minoritario de la sociedad española.

No se puede contestar desde una vicepresidencia del Gobierno con amenazas de otras protestas, contra miembros del Partido Popular y Vox. La respuesta solo puede proceder desde la legalidad: con disolución policial y sanciones firmes a esos manifestantes que ponen en peligro la salud de todos los ciudadanos.

Las diatribas de personajes como Rafael Hernando o Isabel Díaz Ayuso, se descalifican por sí mismas. Qué puede amenazar un político en retirada, y otra en desescalada hacia el principio al que su propio presidente del partido está empeñado en conducirla.

Estas gentes de orden no son fáciles de movilizar, aunque sea para berrar contra el presidente Pedro Sánchez. Los otros, los de la secta de Iglesias y Montero, son mucho más permeables a los escraches, a los que ahora les incitan.

El lodazal en el que chapotean los malos dirigentes políticos de este país, mientras siguen muriendo día a día por el corinavirus muchos españoles, es ya el caldo de cultivo de la indignación ciudadana.