Amor Político

ES una expresión chocante, que parece inane o irónica. Pero papa Francisco invita en serio a ensanchar la capacidad afectiva de los hombres públicos más allá del rendimiento electoral y del cortoplacismo. “La grandeza política se muestra cuando se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo, en un proyecto común para la humanidad presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve para fines electorales pero es exigencia de justicia auténtica. La tierra es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente”.

Papa Francisco lo llama Amor Político en la encíclica Fratelli Tutti que publicó hace un mes. El título lo ha tomado de su tocayo san Francisco de Asís y de la invitación de este a un amor fraternal, tanto cuando el hermano está junto a mí como cuando está lejos.

El amor, dice Francisco, se expresa no sólo en relaciones íntimas sino también en las macro-relaciones sociales, económicas y políticas. Hablar de amor en la Política choca en un parlamentarismo conformado de descalificaciones entre adversarios. Se trataría de hacer compatible el disentir agriamente con un diputado a micrófono abierto y tomarse una caña con él a micrófono cerrado. Y es saludable concebir como hermano al oponente político. Propugnar esa actitud dignifica el oficio político y requiere personalidades sólidas. Es posible porque es necesario.

Rechazo medidas gubernamentales que cercenan libertades como la anunciada Comisión gubernamental contra la desinformación, o la Lomle
que amputa la libertad a las
familias para elegir una escuela para sus hijos. Esas propu-estas irritan a buena parte de ciudadanos.

Veo actitudes totalitarias entre ministros y parlamentarios; pero debo a estos como hermanos que se equivocan. Hermanos que yerran pero hermanos. Propugnar ideales dignifica la Humanidad. Parece ingenuo. Es difícil lograrlos, es necesario mantenerlos.