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Ana de Arco

    AUNQUE la semejanza pueda escandalizar a los laicos del BNG, existe una clara analogía entre la fortaleza de su organización y la que demuestra la Iglesia católica a lo largo de los siglos. Ambas sufren escisiones encabezadas por líderes herejes de fuerte personalidad que montan creencias al margen de la casa común y parecen amenazar la propia existencia del nacionalismo o el catolicismo.

    Ambas instituciones se tambalean en determinados momentos y contemplan la fuga de parte de sus fieles. Surgen protestantismos de todo tipo con un estilo aparentemente más fresco, más audaz, más futurista que, al cabo de un tiempo, se estancan o se dividen en multitud de sectas incomprensibles. ¿Acaso no hay similitudes entre Beiras y Camilo Nogueira, con Lutero y Calvino?

    Es una constante que los cismas del BNG acaban mal, mientras que el nacionalismo de toda la vida se comporta como el ave Fénix que resurge de sus cenizas. El CIS de Tezanos vuelve a vaticinarlo en su última profecía sobre las elecciones del 12-J, donde aparece un BNG que incluso rebasa por décimas al PSOE dejando a las antigua Mareas en puestos de descenso. Casi es un milagro (laico) si se piensa que hace cuatro años Ana Pontón competía como una candidata mártir que tenía la misión de evitar la desaparición de la sigla.

    Desde entonces la nueva fe que fundaran en su día Beiras y Yolanda Díaz, haciendo una síntesis de nacionalismo e izquierda clásica, se ha ido desmoronando y a día de hoy es poco más que la finca veraniega de la ministra. Hay movimientos de este tipo que se frustran por no alcanzar el poder, y otros a los que el poder destruye.

    El caso de las confluencias encaja en el último modelo porque tuvieron en sus manos un poder institucional importante que dilapidaron por su resistencia a madurar. La comparación entre el sempiterno alcalde Lores y cualquiera de los tres regidores mareantes que cumplieron su mandato con más pena que gloria, ahorra explicaciones sofisticadas.

    Además el factor nacionalista de las mareas acabó siendo un mero adorno. No hubo una fraternal fusión de dos culturas políticas sino una sabia utilización del nacionalismo escindido del BNG por parte de la izquierda radical española. No hay un proyecto gallego, sino un proyecto estatal al que las mareas aportan mano de obra sin recibir nada a cambio. Por si esto fuera poco el Gobierno de coalición en Madrid limita al máximo la capacidad reivindicativa del grupo, su principal atractivo en los primeros años.

    Es el BNG quien representa en esta etapa una cierta contestación frente al poder central. Es curioso que los dos líderes gallegos mejor puntuados por el CIS de Tezanos sean Feijóo y Ana Pontón, ambos sin dependencia alguna del Ejecutivo, al tiempo que se ven penalizados aquellos otros que tienen su autonomía limitada a causa de su parentesco con el eje Sánchez-Iglesias.

    Así que el nacionalismo católico prevalece de la mano de un papista que dejó atrás el BNG de familias y facciones. Aquellas más de doce tribus que peleaban sin cesar dentro del BNG se fueron para continuar fuera sus pugnas interminables y su incansable generación de siglas. El tiempo dio la razón a los que se quedaron.

    23 jun 2020 / 00:04
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