Antón García Abril, en su arraigo compostelano
Se nos fue Antón García Abril, maestro y compañero en los “Cursos U.I. de Música en Compostela” en la Cátedra de Composición y en las labores compartidas con Maximino Zumalave, además del legado que durante años, impartió en la “EAEM”, y la abundancia que desde hace más de tres décadas, nos ofreció de obras suyas, bastantes en estreno. Una vida tan generosa en lo creativo, hace casi imposible ceñirnos a un breve obituario, merecedor de un amplísimo monográfico en exclusiva, pero al menos, tendremos la oportunidad de aproximarnos a parte de obras suyas, que nos afectan más directamente. El “Homenaxe á poesía galega”, en propuesta del Consorcio da Cidade de Santiago de 1993, en interpretación de la mezzo Teresa Berganza con la “O.C. Reina Sofía”, dirigida por él mismo. Las poéticas de R.Cabanillas, Celso Emilio Ferreiro, Valle Inclán, F.Añón Paz, Luis Pimentel y A.Cunqueiro, entre las recreaciones del Medievo, sobre antiguas cantigas de Pedro Meogo o Mendiño. La intregal de su obra para piano, realizada con profundo dominio de su talante, por Ilona Tinchenko. Antón, recibió la consideración “Honoris Causa” de la Complutense de Madrid, compartida con Teresa Berganza y el historiador John Elliot.
Irrenunciable atención se merece “Divinas palabras” de Valle Inclán, ya que el retrato de la España en harapos de Don Ramón de las “barbas de chivo”, estuvo permanentemente en su imaginario. Una primera aproximación en calidad de ilustraciones musicales, para el Teatro de Bellas Artes de Madrid, bajo la dirección de José Tamayo, prueba de ensayo para lo que sería en pocos años, la ópera estrenada en el Teatro Real, con Placido Domingo, Inmaculada Egido, Soraya Chaves, Raquel Pierotti, Marina Rodríguez Cusí o Enrique Baquerizo, bajo la dirección de quien ocupó la plaza en la “RFG” Antoni Ros Marbà. Para Enrique Franco, su melodismo derivaba de los valores de la palabra, sin ceñirse a números recortados, ni conformarse a puras soluciones diatónicas; era más bien un continuo fluir que se integraba en los elementos constitutivos del hecho musical y dramático.
Una suite de la ópera, clausuró la temporada 2009/10 de la “OSG”, una suite sinfónico coral, elaborada por Antón, sobre fragmentos escogidos, y que dirigió Víctor Pablo Pérez, con la soprano Marta Matheu, en el rol de “Mari-Gaila”, de gran exigencia vocal, con el Coro de la “OSG”, de Joan Company y el de la “Comunidad de Madrid”, de Jordi Casas. En Charla con Andrés Ruiz Tarazona, en “Antón García Abril. Un inconformista”, con la perspectiva que haba el tiempo, siete años entonces, respondería ante la posibilidad de una posible reposición: “Estoy convencido de que, en algún momento, aparecerá la persona o el equipo que descubra los valores de la ópera “Divinas palabras”, y pueda impulsar su reposición propiciando, al mismo tiempo, una política de intercambio con otros teatros de ópera. No es ésta ninguna idea descabellada; todo lo contrario, creo que es un alto deber político y artístico apoyar la ópera española.” Muchas fueron las oportunidades que tuvimos de hablar con Antón sobre su obra y en concreto sobre “Divinas palabras”. En mente, el intercambio de impresiones en compañía de su estimada Áurea, a la que perdimos el día 23 de mayo de 2016, a los 76 años. Desde entonces, Antón no volvió a ser el mismo.
No llega el espacio para honrar a quien fue maestro y modelo de compositor. El maestro que recordaba los años de Siena, en la Accademia Musicale Chigiana, ubicada en el Palazzo Chigi-Sarazini, en pleno centro de la ciudad, un aliciente para cuantos acudieron a ella; el primero sería el ilustre Gaspar Cassadó, titular de la Cátedra de violonchelo, desde 1946. Una academia heredera de las tradiciones de los siglos XVI y XVII, la de los “Intronati” y “Rinnovati”. Para esta última, crearía Galli-Bibiena un bello teatro dentro del Palazzo Comunale de la Piazza del Campo, afortunadamente en pie y restaurado y que en su inauguración en 1670, había puesto en escena “La Argia” de Cesti. El joven Antón, se impregnaría entonces de aquellas esencias que se respiraban en el lujoso “Salone dei Concerti” neorrococó o la sala Scarlatti o del Beccafumi, preparada para clases y conciertos. Salones en los que con el maestro, estuvieron Claudio Prieto, J.Villa Rojo, Carmelo Bernaola, Ángel Oliver, Francisco Calés, García Navarro y tantos otros.
En recientes actividades concertísticas de los “Cursos U.I. de Música en Compostela”, recuperamos algunas de sus obras puestas en atriles bajo la tutela de su buen amigo Maximino Zumalave, con el que también compartió labores docentes. En 2015, el “Concierto para viola y orquesta (Cantos de Ordesa)” con el maestro de la Cátedra de viola Ashan Pillai, en una sesión que reservaba “La madrugada del trapero”, de Rodolfo Halffter; “Sortilegis”, del muy apreciado Xavier Montsalvatge y “El Amor brujo”, de Manuel de Falla, en tratamiento para orquesta. En el curso 2017, las “Canciones y danzas para Dulcinea”, una aproximación a la obra cervantina que tendrá continuidad con “La gitanilla” y que para aquella jornada, incluía la “Sinfonietta in Re maggionere”, de Ernesto Halffter, una dedicatoria a la “Generación del 27”, con una plantilla que se decidía claramente por la sencillez. En el curso de 2018, nueva obra de Antón por “Poemario” (Concierto para violín y orquesta de cuerdas), del que fue solista José Manuel Álvarez Losada, obra casi en calidad de estreno ya que el autor acabaría dando los últimos retoques casi al límite y que procedía de otra de cámara para niños, dedicada a su hija Áurea. Poesía sonora, que había estrenado Akiko Suwanai, con la “O. de la Comunidad de Madrid”, dirigida por Antoni Ros Marbà. En esa tarde, de nuevo “La madrugada del trapero”, de Rodolfo Hallfter y la “Sinfonía en Re M.”, de J.C.Arriaga.
Un concierto a mayores y que viene al caso, es el concierto de la “OSG” en un “Homenaje a Antón García Abril”, una gala en la que se incluyó su obra “Hemeroscopium”, entre “Knoxville: Summer of 1915” y la “Sinfonía no 4, en Sol M.”, de Gustav Mahler. Dirigió entonces Lawrence Renes, siendo solista la soprano Nicole Cabell. Aludía la obra en su origen al nombre griego de Jávea, que significaba “Atalaya de Luz”, representando una idea del amanecer. Obra luminosa y mediterránea del turolense resulta en tres partes, con una entrada que anunciaba el violín solista, evolucionando dentro de una línea controlada, hacia el “moderato”, que alternaba “tutti” rítmicos de gran poderío con motivos sinuosos del oboe. El “Allegro Finale”, con entrada del piano, resultaba un carácter festivo entre variaciones melódicas y cambios de color ambiental.
Antón maestro en la “EAEM”, y una vuelta a su prodigiosa mano de taumaturgo sobre sus alumnos. Comentaba Zumalave sobre la manera en cómo llegaban a él, con su incierto bagaje plagado de dudas e incertidumbres. Un mar de agobios que desbordaban sus reales capacidades. Un breve espacio de tempo a su lado, bastaba con comparar aquellos ejercicios titubeantes con los resultados obtenidos tras el paso por sus aulas. Hay compositores del actual panorama gallego que viven actualmente de aquellos beneficios y que dieron excelentes frutos. Nadie más que ellos para rendirle el debido agradecimiento. Palabra de Antoni Ros Marbà: “Antón García Abril es un gran músico, un magnífico compositor y un pedagogo de gran amplitud de miras, capaz de solidarizarse con los alumnos de las más diversas y controvertidas estéticas, siempre por encima de sus propias convicciones. Se nos perfila como un simpático y entrañable “santón” bajo la siempre oportuna tutela de su “Áurea” particular, Musa de su vida y de su obra, como lazarillo que cuida de sus pasos por los arduos caminos del día a día, el acontecer y el saber estar en este mundo complejo de dimes y diretes, felicidades y contrariedades, sinsabores y bonanzas.” Una impagable memoria desde los “Cursos U.I. de Música en Compostela”. Gracias Antón, por todo lo que nos dejaste. Añoraremos tu andar pausado y tu apacible bonhomía.