Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Aprendizaje en pandemia (I)

    DESDE el mes de marzo de 2020 estamos realizando un aprendizaje vital, día a día nos enfrentamos a nuevos retos y lo que antes parecía muy sencillo todo este tiempo no lo ha sido tanto. Ahora contemplamos todas las variables a la hora de hacer o no cualquier actividad que nos pueda poner en riesgo a nosotros o a nuestros seres queridos. Quedar a comer en una terraza antes era el pan nuestro de cada día desde que los rayos de sol empezaban a apuntar. Hoy no me atrevo a compartir una ración de pulpo pinchando del mismo plato... como hacíamos antes. No me sirve sentarme con los míos en una mesa compartida con extraños, algo típico de las ferias.

    Hoy algunos somos todavía reacios a bajar la mascarilla y acortar el metro y medio de distancia al que nos hemos acostumbrado. Nos cuesta relajar las medidas. Aprendimos a decir que NO y si ya sabíamos hacerlo perfeccionamos esas negativas sin pensar en el qué dirán. Después de todo lo vivido hemos relativizado tantas cosas... y ya nos da lo mismo lo que opinen los demás de nuestra histérica forma de afrontar esta pandemia.

    ¿He sido muy estricta? Probablemente, no se lo voy a negar a nadie. ¿Me ha ido bien? Por ahora sí, y es lo que cuenta. Me he privado de tantas cosas... he aprendido a priorizar la salud por encima de todo. No solamente la mía, sino la de mis seres queridos y la población en general. Todos los sacrificios tenían como finalidad última salvar a la humanidad. ¿Altruista? ¿Utópica? Empática y solidaria.

    Este tiempo de pandemia sirvió para conocernos más a nosotros mismos, para comprobar si nos soportábamos en la soledad, si éramos capaces de actuar con la responsabilidad que se esperaba de una sociedad que se decía saldría más fuerte y unida. Al principio yo también lo creía así. Con el paso de los meses me he dado cuenta de que el egoísmo ha prevalecido, que muchos han buscado satisfacer sus propios intereses personales antes de pensar en los demás. Los aplausos a las ocho enseguida dejaron paso a las fiestas ilegales.

    Ahora llega una fecha clave en el calendario y no me refiero a la noche de San Juan, sino al día 26 de junio, marcado como el día en el que la mascarilla deja de ser obligatoria en el exterior. Yo seguiré haciendo uso de ella excepto en los lugares en los que se pueda pasear sin concentraciones de gente, aunque esté al aire libre. No se me ocurre moverme por el casco histórico sin llevarla. Falta todavía mucha población por vacunar, aunque reconozco que será un respiro para todos si hacemos las cosas bien. Algo emocionante... pintándonos de nuevo los labios.

    Después de un atípico Arde Lucus, marcado por la lluvia y la ausencia de aglomeraciones, con uso de mascarilla y mucha ilusión por celebrar el próximo de una forma más parecida a como era antes nuestra fiesta romana, me permito hacer un llamamiento a la cordura. Por disfrutar de esa libertad al aire libre no vayamos a retroceder en el camino andado. Saldría demasiado caro...

    Me la pondré cuando alguien se acerque para saludar... la efusividad debe esperar un poco más y aquellos que avanzan varios pasos mientras nosotros los retrocedemos se encontrarán con mis ojos, pero no con mi sonrisa. Esta quedará todavía oculta, haciéndose de rogar.

    Algunos expertos hablan del síndrome de la cara vacía, una especie de trauma o estrés que parece manifestarse por el temor que sienten algunas personas al pensar en retirar la mascarilla después de más de un año teniéndola como parte del rostro. ¿Sienten que salen desnudos? No es mi caso, solo quiero seguridad.

    24 jun 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito