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Aptitud mental

    “NADA puede detener al hombre con la aptitud mental correcta; así como nada en la Tierra puede ayudar al hombre con la aptitud mental incorrecta.” Esta frase es de Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos de América y uno de los personajes históricos más destacados. Jefferson (1743-1826) luchó por la democracia, la república y los derechos del individuo. De hecho, formó parte del comité que redactó la Declaración de la Independencia del 4 de julio de 1776. Después de la Revolución Americana, Jefferson fue secretario de Estado para George Washington y vicepresidente bajo el mandato de John Adams. En 1800 alcanzó la presidencia de Estados Unidos.

    Muchos se cuestionan que la salud mental de Donald Trump podría provocar su incapacitación como presidente durante las dos semanas que le quedan en el ejercicio del cargo, tal como se prevé en la 25 Enmienda de la Constitución norteamericana. Una modificación constitucional exprés introducida a raíz del atentado contra John Kennedy para posibilitar un inmediato traspaso del poder por incapacidad del presidente. Corresponde al vicepresidente activar este remedio, pero parece que Pince ya ha cumplido sobradamente con su comprometido papel en la vicepresidencia de Trump y no estará dispuesto a echar más leña del árbol caído al fuego del Capitolio.

    Además, no creo que el todavía por unos días presidente sea un loco de atar que no sea consciente de las consecuencias y fines de sus actos. Donald Trump sabe muy bien lo que hace y lo que dice. Ha sabido manipular como nadie a una buena parte del pueblo americano, a la gran parte más intransigente y más incondicional con sus políticas populistas y populacheras. Por eso tendrá que responder también desde la perspectiva de la ley penal una vez que sea desalojado de la Casa Blanca.

    La masa, el número siempre es idiota. Pe-ro, como señaló Flaubert, sin embargo hay que respetar a las masas por más ineptas
    que sean, porque tienen el germen de una
    fertilidad incalculable: “Hay que darles la libertad, más no el poder”, puntualizaba el gran escritor francés.

    La masa que arrasó el Capitolio creía ejercer esa libertad para la defensa de un delirio azuzado por el hombre al que admiran. Tan convencidos como puede estarlo cualquier granjero de Utah no dudaron en arrasar el templo de la democracia que decían supuestamente reivindicar ante los mensajes de fraude y robo difundidos profusa e intensamente por su presidente legítimo. Pero, la sabia democracia americana ha sabido retener el poder donde tenía que estar, en los representantes reunidos en el edificio que resistió el asalto de la horda trumpista, incluso más allá de los rescoldos de poder todavía en las manos del primer mandatario, ya se encuentre en sus cabales o con una aptitud mental deteriorada.

    09 ene 2021 / 00:00
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