Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Aquella vieja República

    QUIZÁ el ser humano necesita mitificar la magia, tal vez, la aleatoriedad, de las cifras, de los números. Aunado a una mistificación de ciertas efemérides que suelen coincidir con fechas muy señaladas. Se han cumplido el pasado miércoles noventa años de la proclamación de la segunda de las Repúblicas. Apenas quedan personas vivas con consciencia de aquel momento. Siquiera niños en aquellas fechas marcadas en el recuerdo de lo que vino después y el final desgarrador para todos de aquella experiencia.

    Se ha escrito mucho y por muchos. La antesala misma de la Segunda Guerra Mundial coincide y es campo de prueba en lo que sucede en los últimos tres años de la república. La única experiencia democrática que se había vivido realmente en España y donde conviene no olvidarlo, a la mujer en 1931 se le reconoce el derecho de sufragio. Francia e Italia lo harían en la década de los cuarenta.

    Ni fascistas ni comunistas ni otros totalitarismos eran mayoritarios, pero la experiencia republicana acabó como al final quisimos los españoles, en algo que no nos distingue de épocas pretéritas, a garrotazos de muerte y desgarro, dictadura y exilio, vencedores y vencidos, toda vez que aquéllos, los istas y los ismos, dominaban y dominaron el convulso mapa de los años veinte, treinta y cuarenta, más lo que posteriormente fue la bota soviética en media Europa.

    El agotamiento del sistema y de la monarquía habían sucumbido ya en los últimos años de Primo de Rivera. Un espejismo que unas elecciones municipales que a nivel de toda España sin embargo no habían ganado los partidos más republicanos que monárquicos arrinconaron a ese lugar que la historia desplaza el presente y que luego el futuro hasta 1975 orillaría igualmente.

    Nueve décadas después hablar de la segunda República divide, enfrenta, sectariza. No somos capaces de hacer un análisis frío, con la distancia debida. Sin los apasionamiento viscerales de los ojos del hoy y del presente. Todos tenemos un relato que se nos ha ido imponiendo en nuestras mentes, familias, recuerdos, libros. Un relato de violencia y locura. Pero hay otro, de esperanza y libertad, de cambios, de una España caciquil y clientelar, ultraconservadora y religiosa, frente a una de cierta modernidad, de educación frente al analfabetismo, del germen de regionalismos hoy autonomías, de reformas que fueron a la postre las palancas que llevaron a la guerra, de intereses múltiples.

    No es cierto que los militares golpistas defendieran el mundo y la concepción conservadora, terrateniente, religiosa, de orden que algunos veían ya amenazados, puede que sí también pero en escasa parte, defendían su poder, sus galones, sus intereses y ansias de regir los destinos de un país conforme a sus visiones.

    No nos engañemos aquella república de 1931 no hubiera resistido al vendaval del nazismo y del fascismo italiano, después de Francia caería España.

    No hay nostálgicos de la República, pero sí idealizadores de la misma, al tiempo que detractores de aquélla negando cualquier bien o acierto. Apenas duró lo que dura hoy una legislatura. Azaña fue reivindicado por la misma derecha que hoy dice que no celebra ni conmemora lo que aún divide. Alcalá Zamora no era un subversivo de izquierdas ni ateo, todo lo contrario, como pastor de un pueblo cordobés, Priego, donde leía el código civil y estudiaba para acabar atesorando uno de los expedientes más impresionantes universitarios. Gobernó la derecha y la izquierda y los radicales, pero al final, todos la mataron. Entre todos.

    No somos capaces de mirar acaso lo bueno. Lo positivo. Hemos roto ese espejo convexo.

    20 abr 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito