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Aquellos guardianes de ‘El Prado’

    HABLÉ un montón de tiempo con Javier Alandes. Es valenciano, economista, pero hace tiempo que lo dejó casi todo por la literatura. Le apasiona el arte. Escribió sobre el genio de Sorolla, paisano suyo. Su novela Las tres vidas del pintor de la luz, es una historia llena de secretos de familia que, de paso, nos hace viajar al interior de la vida del artista. Ahora acaba de publicar en Espasa Los guardianes del Prado, un episodio de nuestra historia que considera no suficientemente conocido. Es, de nuevo, una ficción, pero profundamente enraizada en la realidad: el traslado de las obras del Museo del Prado a Valencia durante la Guerra Civil, en el que se emplearon, sobre todo, camiones militares. Alandes construye una historia propia en la que interviene la pasión nazi por hacerse con ciertas obras maestras. Lo que Von Schimmer pide a Franco por la ayuda militar es, nada menos, que el retrato de Durero y... Las Meninas. Así arranca la obra.

    “Me interesaba contar todo esto desde dentro”, me dice. “En realidad, fue un episodio en el que queda bien retratada la condición humana. Y por eso me interesaba también. Por supuesto el asunto del traslado de las obras del Museo del Prado a Valencia es un tema principal, es el gran trasfondo histórico, y todo eso está desarrollado de manera fidedigna, sin dejamos de lado el compló de ficción para robar Las Meninas. Pero en este libro hay una trama reciente, en torno a los años ochenta, que se cruza con ese pasado. En ella, el periodista Fernando Poveda tiene que hacer un reportaje sobre Félix Santurce, que, según el imaginario de la novela, muere asesinado en Berlín cuando negocia la no intervención de Alemania en la guerra. La elección de los años ochenta coincide con el ruido de sables del 23-F: quise que coincidiera. A fin de cuentas, lo del 36 y lo que sucedió en los ochenta es algo que, aunque sean hechos separados en el tiempo, tienen una cercanía ideológica, Y Valencia, como sabes, tiene una relevancia especial en ambos sucesos. Por eso el paralelismo en la novela”.

    Los guardianes del Prado analiza la importancia (y el heroísmo) de defender el patrimonio artístico en tiempo de guerra. Hablamos de lo que sucede estos días en Ucrania. Hemos visto cómo se protegen monumentos y también cómo se trasladan obras a lugares seguros, ante la proximidad de los bombardeos. “Lo mismo sucedió en otros museos en la Segunda Guerra Mundial. Y eso que los informes encargados por el Museo del Prado entonces a especialistas extranjeros fueron muy negativos: aconsejaron no trasladar las obras, porque se consideraba inseguro, pero se hizo”. “Los nazis”, dice Alandes, “querían recuperar aquellas obras que representaban para ellos la esencia de lo alemán, su espíritu nacionalista, tenerlas dentro de sus fronteras, pero no sólo eso, también persiguieron las obras del Louvre, o estuvieron buscando el Santo Grial en Montserrat, entre otras cosas”.

    “La Junta de Incautación, que así se llamaba, se preocupó de poner a salvo el arte, no sólo por la guerra, también por los saqueos. La novela tiene una trama que tiene que ver con la Alemania nazi, pero pretende contar las dificultades del traslado a Valencia. Hablamos de una labor ingente, extraordinaria, puesta en marcha por un grupo de intelectuales. Y ahí tenemos la figura real de un ourensano, que fue quien buscó acomodo a los cuadros en Valencia: el arquitecto José Lino Vaamonde”, concluye.

    16 may 2022 / 00:00
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