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Argentina evita el diván

    LEÍ en los papeles que los argentinos veían en el fútbol una especie de terapia, ellos, que tanto y tan bien han hablado y escrito del psicoanálisis, con permiso, claro, de Woody Allen. “Necesitamos el fútbol para que la realidad no nos mate”, leí en este reportaje de ‘El Mundo’.

    Conocí en un par de ocasiones, al menos, a uno de los entrevistados por Orfeo Suárez, el estupendo escritor Eduardo Sacheri. Creo que me habló de fútbol en alguna de las entrevistas que yo mismo le hice en los últimos años, con motivo de alguna de sus novelas, seguramente porque si eres argentino el fútbol se convierte en materia muy principal. También psicológicamente. O, sobre todo, psicológicamente. En el reportaje que menciono, Sacheri explica que Argentina siente que está llamada a un futuro de grandeza que “hace cien años nos empecinamos en desmentir”. Y concluye: “Esa discordancia entre lo que creemos que deberíamos ser y lo que somos, la resuelve el fútbol”. Parece una conclusión bien fundamentada.

    Sucede que, mientras escribo esta nota, los argentinos están jugándose el pase a las semifinales del Mundial de Qatar. Y no van nada bien, porque en el último minuto del partido, los Países Bajos han sido capaces de hallar la portería contraria por segunda vez y empatar el partido. Lo hicieron en el lanzamiento de una falta resuelta con gran perspicacia, de forma imprevista, sin duda, lo que habrá alterado mucho más al contrario, sin duda sorprendido.

    Escribo y va transcurriendo la prórroga. La escucho de fondo, como una tragedia radiofónica (aunque es la emisión televisiva lo que me llega: estoy a dos metros, pero no miro). No parece que vaya a resolverse este nudo gordiano con facilidad. Ha habido tensión porque, claro está, se juegan mucho más que un partido de fútbol, sobre todo Argentina: no hay más que leer la explicación de Eduardo Sacheri, que sabe muy bien de lo que habla. ¿Puede darse una gran depresión nacional si Argentina no pasa? Después de todo, estamos hablando de un país que ha tenido a Dios en sus filas. O eso dicen prácticamente todos ellos. ¿Cómo fallarle a un país que se protege con el fútbol para que, como dice Sacheri, la realidad no les mate?

    Entonces, a pesar del ímpetu del comentarista, fascinado por las mil ocasiones que Argentina acumula ya en el último tramo de la prórroga, pienso en la trascendencia que estos minutos de fuego podrán tener en las vidas de la gente, allá en Argentina, y desde luego en el estadio, donde parecen mayoría. Hace dos horas que Brasil ha sido eliminado en los penaltis, una crueldad que nosotros conocemos bien. ¡Y los penaltis también van a resolver este duelo! A vida o muerte. Ok Corral. Siempre es un momento trágico. Y, mientras los pelotones de fusilamiento balompédico se acuerdan y montan el tiro, pienso en las palabras del gran Sacheri, y de lo mucho que hay aquí en juego, más allá del rosto imperturbable de Messi.

    Nuestra derrota, ante Marruecos, generó discordia sobre el entrenador y comentarios crudos. Pero, en fin, no creo que necesitemos terapia. Quizás no esperábamos tanto de nosotros mismos. Marruecos, en cambio, ha vivido en la euforia. Brasil estará ahora deprimido, a buen seguro, y eso implica a muchos millones de personas. Pero aquí me llega ya el sonido de fondo: Argentina vence, escucho, un penalti milagroso, le gente junta las manos hacia el cielo, hacia el Dios 10. No, no habrá necesidad de diván nacional, podría decir ahora el gran Sacheri.

    10 dic 2022 / 00:43
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