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Ayuso, una estrella pop

    LOS malos resultados de 2019 no impidieron entonces a Isabel Díaz Ayuso hacerse con la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ayer, sólo media legislatura después, la candidata de la derecha arrasaba literalmente en las urnas, incluso por encima de lo que las encuestas pronosticaban. Tiempo habrá de análisis más pausados, qué duda cabe. Tiempo habrá de evaluar las razones que han conducido a Ayuso este triunfo indiscutible, masivo, aunque es probable que muchos de los análisis de los partidos nunca los llegaremos a saber del todo: lo que se dice en el vestuario, se queda en el vestuario.

    Cuando esto escribo se ha cubierto ya el 75 por ciento del escrutinio. Casi todo el pescado está vendido, como suele decirse, y sólo queda pendiente la posibilidad de un sorpasso de Más Madrid al PSOE de Gabilondo, sin duda, junto a Edmundo Bal, el gran derrotado de la noche. Iglesias, por su parte, sí logró salvar, de forma escueta, la representación del partido.

    Ayer, quizás por primera vez en mucho tiempo, no era posible para todos los partidos salir a escena a reclamar alguna forma de victoria, retorciendo la retórica. Ayer no existieron medias tintas. Y algunos afirmaron que Ayuso, más que una líder política, se había convertido en una estrella pop.

    Nada de lo que ocurrió, también es cierto, se aparta de lo previsto. Si bien es cierto que, quizás, las victorias fueron más victorias y las derrotas fueron más derrotas. La campaña no pasará a la historia como algo modélico. Dejó al descubierto guiños de la peor política, ahondó en la simpleza y a ratos en lo naif, potenció, los asesores sabrán por qué, el sentimiento de polarización.

    Nunca entendí la campaña como un modelo de lo que podría ocurrir en el resto del estado, como una proyección del futuro inmediato. Ahora, con los resultados ya sobre la mesa, me reafirmo en lo dicho. Algunos analistas coincidieron ayer en esto: aunque la victoria de Ayuso es incontestable, también es cierto que su figura es singular, única, un tanto especial en el contexto madrileño. Y no parece asimilable, ni de lejos, a lo que sucede en otras autonomías. Pablo Casado, en su alocución de anoche, presentó el éxito como el síntoma de otro más grande: hubiera sido extraño que no lo hiciera.

    Sin embargo, nadie puede negar la tremenda inyección de autoestima que esta victoria supone para los Populares. Más aún si consideramos que la dependencia de Vox puede ser mínima, con los resultados obtenidos. La victoria se fragua en la desaparición de Ciudadanos, claro está, pero no sólo en eso. Ayuso parece haber recogido votos de caladeros diversos y eso multiplica la solidez de su triunfo, aunque, eso sí, no va a evitar que necesite el concurso de Monasterio: pero en menor medida.

    Más allá de éxito de Ayuso y su campaña hábilmente diseñada, en la que presentó Madrid como la última trinchera de la libertad individual (y en ello incidió anoche), queda el análisis del fracaso de la izquierda, donde sólo Mónica García resistió tantos olímpicos embates. Más Madrid es quizás demasiado local. Es una incógnita qué pasará cuando sea Más País. Quizás sólo en este terreno atisbo una lectura estatal: creo que Gabilondo, porque él era el candidato, ha sufrido las consecuencias de una forma actual de entender el socialismo que tal vez muchos socialistas no comparten. Debería tenerse en cuenta, ahora que el centro parece cada vez más libre. Y ahora que Más Madrid parece capitalizar, al menos en casa, la izquierda de la izquierda.

    05 may 2021 / 01:00
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