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Barbarie, inhumanidad, horror en estado puro

HORROR en estado puro. Barbarie. Inhumanidad. Sed de sangre y odio. Genocidio. Desprecio absoluto a la vida, a la libertad, a los derechos. Podrán faltarnos palabras que midan la magnitud de la ignominia y la vesania de la que es capaz el ser humano. Creíamos que lo habíamos visto todo desde nuestros confortables salones. No quisimos ni queremos ver ni escuchar –saber escuchar empática, activa y pasivamente– cuando la barbarie y la crueldad humana golpea en guerras en África o en Oriente Medio. Ni siquiera en su día en Sbrenica, menos cuando hutus y tusis protagonizaron el horror. La sangre inocente. La guerra. Ninguna guerra es justa hoy. Dejemos ya la impostura filosófica de justificar lo injustificable. La negación del otro, del ser humano.

Las imágenes que estos días nos llegan de Ucrania son terribles. La desnudez del silencio que traspasa ya cualquier razón. Cuerpos y cuerpos en descomposición, maniatados, asesinados fríamente. Ejecutados. Civiles desarmados. Simplemente el terror por el terror, la limpieza étnica, el odio, la ira, la rabia, la maldad en estado puro. Eso es lo que está haciendo el ejército ruso. No seamos cínicos, sobra el término presuntamente. Lo niegan sin embargo con total descaro y arrogancia, en base a la mentira y la impostura. Pero la realidad es la que es, descarnadamente cruel. Terrible. No hay adjetivos.

Año 2022, y un país invade a otro sin motivo ni razón, injustificadamente, porque nada justifica esa agresión criminal y violenta, amoral y absolutamente ilegal. Con desprecio a la vida, al derecho internacional, a la propiedad y libertad individual. Devastación. Un país arrasado en sus infraestructuras, industrias, hospitales, escuelas, cultivos. Un todo vale con tal de destruir y reducir a la miseria a un pueblo. Millones de desplazados por Europa. Condicionar el futuro que vendrá.

Es posible que Rusia, en realidad, sobre todo el Kremlin, no se esperase dos cosas, la resistencia heroica de un pueblo harto de que otros le tutelen y le impongan el presente y el futuro, y el apoyo en segundo lugar de Europa y Estados Unidos a Kiev y su presidente Zelenski. Pese a que no somos capaces siquiera de cortar el suministro de gas. Ese es el daño real a Rusia. No el carbón ni el petróleo. Pero ¿cuánto depende la economía alemana y la industria sobre todo del gas ruso? Esa es la gran pregunta y la que supone que al día ingresen 700 millones de euros por el gas que se vende a Europa.

La lección y la hipocresía es clara.
Europa ha de proveerse sus propias fuentes energéticas sin depender nunca más de los dictados rusos. Pero puestos a jugar a establecer sanciones no se puede querer amagar y aparentar de farol cuando la verdadera diana es otra y no la que se ha aplicado hasta el presente. Ese es el dilema.

Pero mientras la carnicería sigue. La sangre inocente sigue derramándose con total impunidad para los asesinos. No son soldados. Son asesinos. No son hombres, son bestias. Cuerpos maniatados. Hombres ancianos ejecutados mientras huyen en bicicleta. Cuerpos abandonados a la intemperie de la locura y la irracionalidad. Incluso las bestias pueden ser más humanizadoras que la despiadada cordura de un soldado cuyo vómito de sangre y fuego es aterrador.

Miedo a la población. Terror calculado. Viejos epítomes de un comunismo sanguinario y atroz que asoló los años treinta entre gulags y purgas estalinianas. Silencio. Mucho silencio. Y algunos dicen que crece la rusofobia desde las atalayas europeas. Terrible. Sufrimiento indescriptible para quienes no han podido escapar ante el avance y retirada del ejército ruso que solo limpia.

12 abr 2022 / 01:00
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