Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Barrio pobre

    MADRIZ loca, cruel y desatada, asfalto lucha permanente por sobrevivir, ciudad de las sonrisas y de las puñaladas, demasiadas luces azules inventadas para perseguir, para perseguir.

    El Madriz, con z, al que se refiere la canción de La Otra es la ciudad de las dos mujeres de un barrio del sur que, cada día, acuden por la mañana y por la tarde al otro extremo de la Comunidad para cumplir con su labor de empleadas del hogar. Es frecuente verlas cada día en la línea 2 del metro ligero, ese cuyo destino final es Pozuelo, en 2019 el municipio con más renta per cápita de España. Suelen ir hablando de lo agotadas que están y, a veces, las encuentras haciendo una videollamada a su familia latinoamericana.

    Hay más realidades. La de los vecinos de Usera que, aunque no se desplazan a una de esas zonas que hoy se despiertan tranquilas pensando que los males son solo de otros, sí suben al autobús y al metro cada mañana para ir a una de esas oficinas de call center en las que hay cientos por planta. Y los vallecanos que se afanan semanalmente en preparar las actividades sociales que mantienen a los más jóvenes fuera de las calles para aprender un oficio.

    Resulta que todos estos son los culpables de un confinamiento selectivo que la presidencia de la comunidad prefiere matizar con términos edulcorados, como cuando en Galicia escuchamos aquello de hilitos de plastilina. La culpa es de los madrileños, que se dedicaron a reunirse en las casas de unos y otros, y a hacer comidas familiares y de amigos. No como en el resto de España, donde estuvimos cual monjas de clausura. Se ven mejor los toros desde la barrera. La culpa es suya, que viven hacinados, y no pudieron pasar el confinamiento en un hotel de lujo a precio de ganga.

    Madriz gentrificada, Madriz la que no espera, Madriz la del consumo y el olvido de la pena, Madriz desfigurada por poderes que no frenan, y destruyen tantas vidas que no cuentan. Sin embargo, cuando entre mayo y junio el país salió poco a poco de las diferentes fases de los planes de contingencia de Sanidad, el Gobierno de Madrid se apresuró a pedir los cambios de fase. El mismo Gobierno que, desde su concejalía de Sanidad, se fue pasando la cadena de mando y echándose culpas cruzadas mientras en las residencias de ancianos se vivían una de esas situaciones que queda para el capítulo histórico de la vergüenza.

    O los mismos que no han sido capaces de establecer un sistema de rastreadores que hiciese honor a su nombre y, pues eso, rastreasen. Esos que tienen una atención primaria a la que más bien debería acompañar el adjetivo precaria.

    Y las cuentas de la abuela para aportar los datos de realización de test y de nuevos contagios mejor las dejamos para otro día: hubo varios lunes en los que Madrid no había comunicado ningún contagio de fin de semana. Milagroso y singular, cuando menos. Todavía no se ha pedido perdón a los madrileños.

    Y también Madriz distinta. Otra. La que no se entrega. La que resistió y resiste. La que imagina y crea. Madriz. Calle de la desobediencia A ratos. Nuestra.

    23 sep 2020 / 00:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.