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Bofetada a Macron

    UN hombre abofeteó al presidente de Francia, Emmanuel Macron, mientras saludaba a un grupo de ciudadanos dentro de las visitas que realiza por todo el país tanto para conocer las inquietudes de la población como para potenciar su próxima candidatura en las elecciones presidenciales, en las que la ultraderechista Marine Le Pen le pisa los talones. La agresión además de un hecho deplorable por lo que representa de ataque a quien ostenta la primera magistratura del país, es un síntoma de los riesgos que atraviesan las democracias representativas ante unas actitudes que cada vez se producen con mayor frecuencia. A Mariano Rajoy, en 2015, le ocurrió lo mismo.

    Más que un problema de seguridad, de despiste de los agentes de seguridad que protegen a las autoridades políticas –que también– es un problema de respeto institucional, de comprensión de que esas actitudes violentas no hacen sino generar rechazo mayoritario, aunque también anima a ese grupo de ciudadanos descerebrados, y antisistema aunque ellos no sepan que lo son, que buscan los quince segundos de gloria con la distribución de las imágenes de la agresión a través de las redes sociales y pueden provocar un efecto mimético.

    La reacción de los mandatarios agredidos suele ser en la mayoría de los casos, cuando no la repelen en legítima defensa, la de considerar el golpe como un hecho aislado del que no se pueden derivar más consecuencias que las judiciales para el victimario, pero que a la vez ponen de manifiesto el clima de tensión política que se vive.

    La respuesta de todos los líderes políticos, desde su competidora directa a la extrema izquierda o los ecologistas ha sido de condena absoluta a la agresión además de realizar una defensa de la democracia como un lugar en el que la violencia verbal y física debe estar desterrada. Ellos son, además, quienes deben llevar el sosiego a las relaciones entre adversarios políticos y actuar con el máximo respeto para que nadie pueda justificar en el ejemplo de los políticos, o en las posiciones de los medios, sus actuaciones, y rebajar la expresión de sentimientos de odio que cada vez se escuchan con mayor volumen.

    La bofetada a Macrón es una agresión a todo el sistema democrático y una llamada a serenar el debate político, a reducir la crispación en la defensa de las posiciones propias y en la crítica a las ajenas, y a la necesidad de encuadrarlas en los márgenes del respeto institucional que no se debe traspasar.

    11 jun 2021 / 01:00
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