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Cambiar las cosas

    TODA esta semana estoy impartiendo diferentes formaciones hablando de cómo mejorar la marca personal, la notoriedad y la resonancia a través del marketing. Pues bien. Siempre que lo hago me gusta citar una frase de la película Invictus en la que Matt Damon, encarnando a François Pienaar, el capitán de la selección sudafricana de rugby, transmite a toda la plantilla la necesidad de cambiar.

    Cambiar de mentalidad y de actitud para así poder cambiar los resultados. Y lo comunica con una frase simple y extraordinaria: “Los tiempos cambian y nosotros tenemos que cambiar con ellos”. La pregunta que siempre hago a continuación es triple: ¿Qué debemos cambiar? ¿Qué, debiendo, podemos cambiar? ¿Y qué, debiendo y pudiendo, queremos cambiar? ¡Eh aquí la cuestión!

    Porque “locura es hacer siempre lo mismo, una y otra vez, y esperar obtener resultados diferentes”, sea el padre de esa frase Albert Einstein, Mark Twain o Benjamin Franklin. ¡Qué gran verdad! Locura, dicho con otras palabras, es tropezar una y otra vez en la misma piedra y llegar incluso a negar que la piedra existe. Por todo ello, tenemos que cambiar.

    Cambiar es creer que se pueden hacer las cosas de una manera diferente y empezar a hacerlas. ¿Has oído la historia de Ángel Tercero? Es un joven profesor de veintiocho años de Toledo que, con sólo tres meses de docencia, ha inundado de optimismo las redes sociales. Y todo porque una de sus alumnas compartió en su perfil las anotaciones de evaluación que Ángel hizo en su examen. “El mundo necesita grandes científicas. Estoy seguro que lo conseguirás. No cambies nunca, científica Guzmán”.

    ¿Por qué quedarnos sólo en puntuar con una nota? ¿Por qué un examen no puede ser una fuente de motivación? ¿Sabéis por qué? Porque para conseguirlo hay que, como ha hecho Ángel, querer cambiar. Y además hay que estar convencido, como dice Victor Küppers, que “las personas extraordinarias son las que hacen las cosas ordinarias de una manera extraordinaria”.

    Cambiar es que esta vez desescalemos con sentido común. Es entender que no estar en riesgo extremo significa tener todavía un nivel elevadísimo de riesgo. Es no volver a juntarnos más de cuatro no convivientes. Es usar la mascarilla siempre, con quien sea y donde sea. Es saber que para verse no hace falta quedar a comer, aunque sea nuestra costumbre.

    Porque lo otro, por más que queramos echarle la culpa a la fatiga pandémica, es querer hacer lo mismo de siempre y esperar obtener resultados diferentes. Y a eso se le llama locura, por más que no nos guste el título del cuento.

    25 feb 2021 / 01:00
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