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Cataluña en elecciones

    ILLA se va. Más que discreto, insípido e inexpresivo en su presencia pública, no solo quizá por carácter, o por su distancia profesional de la sanidad y la conciencia de su propia inconveniencia, sino por su deseo cuando el destino le jugó la mala pasada de concederle un indeseado protagonismo, de no comprometer con un exceso de aparición pública, el papel que se le tenía asignado como cartel electoral. Tras la pérdida de la mayoría Cs por incomprensible torpeza política, la candidatura de Illa es un señuelo dirigido a los no separatistas que deben optar entre dar su voto a las minorías, abstenerse, o confiar en un hermano mayor que –con el morral lleno–, se saldrá de la familia para reforzar a la competencia en la alianza PSC-ERC.

    Personalmente creo que la alianza estratégica que parece más conveniente tras la intentona separatista fallida pasaría por formar un pacto transitorio de gobierno con todos los partidos comprometidos con las leyes, sean o no nacionalistas. Los partidos nacionalistas no separatistas deben verse como hipotéticos aliados con intereses propios, pues la dicotomía entre el no separatismo y el separatismo –con su diversidad interna–, centrará la vida política catalana durante cierto tiempo, al margen del pragmatismo de acuerdos puntuales como los de ERC con este gobierno.

    Al punto en que hemos llegado, la cuestión nacional en España es difícilmente reversible en aquellos aspectos más desnacionalizadores a los que los constituyentes, con su mejor buena fe, y ciertos gobernantes irreflexivos, dieron su asentimiento sin reparar en sus consecuencias y sin poner tampoco suficientemente en valor ciertos aspectos simbólicos representativos de la pluralidad de un país común hecho de experiencias históricas compartidas pero también en mucha mayor medida que otros de geografías e historias particulares.

    Las consecuencias llegan ahora amplificadas en la ola xenófoba populista que mantuvo a EU al margen de Europa durante unos años, que separó a Gran Bretaña del continente, hizo crujir en muchos países los engranajes que articulaban sus partes más conflictivas o indispuso a gobiernos de Hungría y Polonia con la UE.

    Impresiona por lo demás el artículo dominical de Arcadi Espada en El Mundo, Historia de una monja española, en torno a una monja asturiana que debió abandonar su convento barcelonés por la obsesión separatista de su comunidad y en particular de una exaltada abadesa. No hay más duro discurso anticlerical que el que cosas así representan.

    02 feb 2021 / 01:00
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