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China en Budapest

    ALLÁ por el mes de mayo de 2015, el entonces presidente de la Comisión Europea –Juncker– recibe al primer ministro de Hungría –Orban–, en Riga, con un irónico “bonjour dictateur”, a lo que el húngaro responde: “bonjour grand-duc”, haciendo referencia al Gran Ducado de Luxemburgo. Escena simpática, marca de la casa Jean-Claude, aderezada con una palmada en la mejilla de Viktor, díscolo y poco homologable socio de la Unión Europea.

    Del Gobierno húngaro se dice de todo y el último episodio, que arriesgó el fondo de recuperación europeo, tuvo que ver con su personal visión de la independencia judicial, que se suma a reformas constitucionales y ataques a la libertad de prensa, en fin, una manera de gobernar más que particular, que quizá Juncker quiso describir con el célebre saludo, del que dieron cuenta todos los medios, subrayando el papel de Orban como oveja negra del club.

    En el Parlamento Europeo, Viktor ha atacado a los socialistas por ayudar, según él, a la extrema izquierda anarquista y comunista, mientras elevaba su voz en el PPE para deplorar que se felicitase a Fidel Castro y a Karl Marx, en vez de redoblar esfuerzos contra el marxismo y el comunismo. Todo le parece demasiado centrista, mientras practica lo que ha definido como “democracia iliberal”, disociando el liberalismo político de la democracia.

    Pues este señor, de piel extrafina ante lo que fue la Unión Soviética y sus satélites, se dispone a poner alfombra roja a la primera universidad china en Europa, con sede en Budapest. Hungría ha firmado un protocolo con la Universidad Fudan de Shanghai, para implantar un campus en la capital, cuyos terrenos le han sido facilitados por el Gobierno.

    Porque Orban quiere que la tercera mejor universidad de China haga de Budapest un polo de investigación internacional. Un paso más de su doctrina “apertura al Este”, que para las universidades húngaras resulta amenazante, pues todos sus presupuestos sumados, no alcanzan al de la Fudan.

    El militante anticomunista, el enfant terrible de la UE, presume de recibir con los brazos abiertos a una institución que, en sus estatutos, estipula la defensa del pensamiento marxista.

    Orban, a quien se le oyó decir por los pasillos de Estrasburgo que, en Occidente, reina el marxismo cultural, viene demostrando que maneja bien la lógica del poder, con las consabidas dosis de incoherencia.

    03 feb 2021 / 01:00
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