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Cien años del libro más peligroso

    UNO de los últimos textos que he leído con verdadera pasión sobre Ulises, la novela modernista de James Joyce, es El libro más peligroso, de Kevin Birmingham, profesor en Harvard, publicado originalmente en 2014 y traducido al español en 2016 por Óscar Palmer. La versión española apareció en Es Pop Ediciones y, ya que el próximo miércoles celebraremos el centenario de la edición azul de Ulises, la que dio milagrosamente a la imprenta la norteamericana Sylvia Beach, no puedo menos que recomendar a todos ustedes este concienzudo y divertido trabajo.

    Aunque la verdadera recomendación que les hago es leer el propio Ulises. Y si lo han leído, les recomiendo volver a él, pues, como todo el mundo sabe, se trata de una obra interminable, un viaje en un solo día a través del abismo de la vida. Como le oí decir a uno de sus traductores, Francisco García Tortosa, pensando quizás en unas palabras parecidas del propio Joyce, Ulises no va sobre la vida, sino que “es la vida”. Por cierto: no olviden que hay una traducción magnífica al gallego (Galaxia).

    Reconocido como el mejor libro del siglo XX, según algunas listas publicadas por la prensa en lengua inglesa en 2000, Ulises pasa por ser, paradójicamente, una novela poco leída, fruto de la dificultad de su estilo, o más bien estilos, que muchos consideran suficiente pretexto para no atreverse a iniciar tan proceloso (aunque placentero) viaje. Esto ayudó a convertirla de inmediato en un objeto de culto. Y también el hecho de que fuera prohibida, incluso por mentes preclaras.

    Joyce se congratuló siempre de su dificultad, también de su capacidad provocadora: qué duda cabe que eso le proporcionaba gran placer. Pero hoy, cien años después, podemos concluir que Ulises nos ha enseñado algunas cosas importantes sobre la libertad y la literatura. Por eso el libro de Kevin Birmingham me parece una buena puerta de entrada a este prodigioso texto. El libro más peligroso define desde el título lo que Ulises supuso en aquella sociedad de 1922 que optaba a un cambio artístico notable, a una revolución, y, al tiempo, es un elogio: ¿qué mejor propaganda para una novela que ser considerada la más peligrosa de cuantas existen?

    No lo es desde la perspectiva actual: y eso a pesar de que también hoy vivimos un momento confuso, incómodo, para la libertad creadora. Pero Ulises fue considerado muy peligroso desde que empezó a publicarse en revistas como The Little Review. Ante la censura y la persecución, sólo Sylvia Beach se atrevió con aquella edición azul. Todavía me produce ternura contemplar esas fotos maravillosas de Sylvia y Joyce en la librería Shakespeare and Company (en aquella época en la Rue de l’Odéon). Me complace saber que allí se construía un milagro: un hombre herido, casi ciego (el parche en el ojo), una mujer decidida, y una voluntad de hierro. Y bueno, sí, todas esas gotas de narcisismo imprescindible.

    El libro más peligroso no es una biografía de Joyce, sino de Ulises. Resulta irónico que un viaje tan profundo al interior del ser humano fuera considerado inapropiado y obsceno. Con Ulises, dice Birmingham, “las obras de arte dedicadas a los extremos de la experiencia, el éxtasis y el dolor, dejaron de ser contrabando para convertirse en canon. Es la instantánea de una revolución cultural”. Aunque Ulises nos trajo libertad creadora, tengo dudas de que cien años después las cosas no hayan empeorado.

    28 ene 2022 / 01:00
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