Cinco presidentes
GALICIA tivo cinco presidentes nos 40 anos de autogoberno. A partir da semana que entra, Rueda será o sexto tras a toma de posesión o vindeiro sábado. Antes de 1982 houbo dous presidentes preautonómicos, Rosón e Quiroga, dunha Xunta provisional e sen apenas competencias máis aló de preparar o terreo para cando se aprobara a Constitución das autonomías. Rosón, tamén primeiro presidente do Parlamento, foi unha figura salientable na etapa da Transición española, con clara vocación autonomista. E se nos deixáramos tentar polo relato nacionalista catalán, que considera a Aragonés como o 132 presidente da Generalitat, seguramente lles superariamos en número. Eles comezan a contar en 1359 mentres que en Galicia poderiamos remontarnos ao Século V, cando os suevos se estableceron na Gallaecia.
O autogoberno en Galicia comezou en 1982 con Albor de presidente (1982-87). Naceu con moitas dúbidas e incertezas, como reflectía a escasa participación nos procesos electorais. Aos poucos, a cidadanía tomou conciencia da importancia das novas institucións, ata o punto de que pasamos de ser un dos territorios máis abstencionistas de Europa a figurar entre os de maior índice de votación. A asunción de competencias fixo que en pouco tempo a administración autonómica fose a de maior influencia sobre a vida das persoas. A moción de censura que puxo fin ao seu mandato non deixou de ser unha mostra da importancia da Xunta e do que xa significaba, un poder polo que valía a pena arriscar. Outras consideracións ao respecto xa foron amplamente abordadas, no seu momento e posteriormente, polo que non entro.
A curta estancia de Laxe (1987-1990), pouco máis de dous anos, significou a alternancia, outras formas de facer política e aínda que o PSdeG lograría os mellores resultados da súa historia non foron suficientes para superar os efectos do boicot soterrado do goberno amigo de Madrid e da poderosa figura de Fraga, quen reinou comodamente ata o 2005. Chegaba a etapa das grandes infraestruturas e na que se puxo a Galicia no mapa do mundo. A conversión de Fraga ao galeguismo na súa versión máis popular, chegando a falar mesmo de autoidentificación, disipou receos e conduciulle a amplas maiorías consecutivas durante tres lustros.
A alternancia chegou con Touriño (2005-09) á fronte dun bipartito que levantou esperanzas e expectativas, pero cuxas desavinzas internas e a crise económica cara ao final do mandato provocaron a perda de confianza do electorado. Sobre a etapa de Feijóo, dicir que os cidadáns viron sempre máis luces que sombras, sendo o primeiro dos cinco presidentes galegos que deixa o cargo voluntariamente.
Como resumo de resumos, considero positivo para Galicia o balance destes 40 anos no, así como de cada un dos seus cinco presidentes. Do sexto, xa veremos.
LA reflexión que hizo Feijóo en voz alta sobre la conveniencia de celebrar elecciones generales concuerda con el sentir de la mayoría de los españoles. ¿Es eficaz un gobierno dividido en cuatro partes enfrentadas entre si y en su conjunto con sus apoyos parlamentarios? Desde el comienzo de su mandato afloraron discrepancias entre la parte socialista y la podemita que, mejor o peor, se iban superando. Con el caso Pegasus, la virulencia de los desencuentros se disparó pero además, y esto es nuevo, surgieron grietas en cada una de las partes. En Unidas Podemos (lo de unidas ya resulta sarcástico) venía de atrás, con una batalla soterrada entre Díaz y las demás ministras, pero en el PSOE resulta inédito. La ministra de Defensa, la más valorada por los ciudadanos en las encuestas, tuvo que emplearse a fondo para repeler el ataque de sus compañeros de bando, dispuestos a secundar las peticiones de cortar cabezas lanzadas desde Podemos y el independentismo catalán. Creo que Robles ganó esta batalla. Veremos si la guerra, que no va solo contra ella, ni siquiera contra el PSOE sino contra la actual configuración del Estado por parte de los herederos de Iglesias mientras que para los otros el objetivo separar Cataluña, objetivo en el que se afanan, como pregonan públicamente. Aún así, con el incendio en máximos, Sánchez toca la lira. No hay alternativa sin elecciones.
EL precio de los carburantes, sin los descuentos, es ahora superior al del mes de marzo pasado cuando se habían disparado al alza, mientras que el precio del petróleo en sus tres versiones -Brent, Texas y Opep- está hoy por debajo. Hay otros factores que influyen en la cifra, pero el principal debiera ser su coste en origen. Los demás hay que explicarlos, si es que tienen explicación, y de no ser así investigar las causas. En su última comparecencia al respecto, la vicepresidenta Calviño pareció desconocerlas, lo cual no dice mucho de la que es considerada, junto a su colega Robles, de Defensa, una de las cabezas mejor amuebladas del Gobierno. Manifestó la sospecha, sin citar ni mostrar pruebas, de que algunos operadores podrían estar quedándose con los 20 céntimos que pagamos todos los contribuyentes, pues la factura final para el consumidor no difiere mucho de la que se pagaba antes del descuento. La medida planteada por Calviño para solucionar el asunto nos dejó perplejos: retirar la ayuda a los consumidores. Sonó más a amenaza, pero se equivocó de destinatario. Pudiera tener alguna repercusión en los intermediarios, si eventualmente se reduce el consumo, pero los grandes damnificados serían los conductores, sobre todo los profesionales, aquellos que además están sufriendo el mayor encarecimiento del gasóleo. Cosas veredes.