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Comedida euforia

    DE admitir como criterio de análisis la relación directa entre la preocupación social sobre un determinado anhelo con el tratamiento que dicha aspiración encuentra en los medios de comunicación, pocas dudas caben de que por extensión –en cantidad proyectada en el tiempo– es la demanda del AVE a Galicia la que más y durante más años ha ocupado la atención y desvelos de los habitantes de esta esquina del Noroeste español.

    De modo que cuando, como hoy desde la oficialidad y mañana desde la efectividad, se anuncia la inauguración de esa infraestructura largamente deseada la euforia debiera desbordarse hasta límites inimaginables, sólo acordes con la cantidad de desvelos y páginas de periódico invertidas.

    Ocurre, sin embargo, que ni esa inauguración va más allá de las eufóricas urgencias con que nuestros paisanos colocan el ramo en sus casas en construcción tan pronto el tejado culmina la armazón externa –sin puertas ni ventanas– del edificio, ni la propia obra del AVE en sí viene a colmar las principales necesidades que en el campo de las infraestructuras de comunicación presenta Galicia. Ni en lo que tiene que ver con la armonización social ni, menos aún, en su variante económica como generadora de riqueza.

    Además de los cuarenta años de tardanza respecto de la implantación del nuevo medio de comunicación –el más idóneo para distancias en torno a los 600 kilómetros– en otras latitudes de la geografía española, la propia demora constructiva que consumió las preocupaciones de cuatro presidentes del Gobierno y seis ministros del ramo a lo largo de los veinte años invertidos está salpimentada de tantas prometedoras fechas de apertura como aplazamientos en su culminación, según las sucesivas crisis atemperaban la euforia oficial, con ejercicios totalmente en blanco.

    Que la propagandística inauguración de hoy se centre en las localidades de A Gudiña y Ourense no hace sino poner de relieve tanto el fracaso –en favor de Puebla de Sanabria– del pretendido pacto gallego-portugués de A Gudiña, como la imposibilidad de que el servicio llegue a pleno rendimiento a las demás ciudades gallegas en ausencia de trenes de ancho variable. Ni siquiera a Ourense, a donde arribará por un viejo tramo ferroviario en espera de la demorada variante, mientras el Gobierno central sigue alimentando –con partidas presupuestarias para 2022– ese brindis al sol que supone alentar la conexión Ourense-Vigo por Cerdedo.

    Mientras el AVE llega con estas y muchas otras carencias –frecuencias, intermodales pendientes, complejidad tarifaria, tipos de locomotoras, límites de velocidad de apenas el 50% de su potencialidad...– Galicia sigue en el limbo de las más urgentes necesidades en infraestructuras como la conexión ferroviaria de sus puertos (Bouzas, Punta Langosteira, Ferrol exterior, San Cibrao...), la demandada conexión sur de Vigo que abra las puertas a un Portugal más diligente que nosotros en dicha aspiración (sólo 465.000 euros en los presupuestos del próximo año), baipás de Betanzos en el trayecto A Coruña-Ferrol, las nunca abordadas cercanías –con los viejos trazados inutilizados o reconvertidos en improductivas sendas verdes– y, a la par y por encima de todo ello, el no menos anhelado enlace de mercancías a través del Corredor Atlántico con la Red Transeuropea de Transportes, una vez que nuestra particular fauna política y económica aparque los localismos y entienda que los enlaces tanto a través de Monforte –con su infrautilizado puerto seco– como de Zamora son no solo compatibles, sino también complementarios.

    20 dic 2021 / 01:00
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