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¿Cómo debatir con fundamento?

    ES POSIBLE que necesitemos nuevos lugares para el debate. Más allá de las redes, por supuesto, que algunos juzgan una medida de la opinión colectiva (un grave error, me parece), están los espacios televisivos, donde la política es ahora mismo un ingrediente muy principal. Los que somos más de letra escrita pensamos que lo reflexivo, lo sólido, lo pensado, tiene que ver con el debate que se deriva de los artículos, los libros, las cartas al director. Pero es cierto que un debate en un plató, o en un estudio, no tiene que considerarse como algo más dominado por la espontaneidad, y por tanto menos reflexivo, porque lo espontáneo, en muchas ocasiones, es algo extraordinariamente bueno, brillante y revelador.

    ¿Cómo debatir con fundamento? Para empezar, con datos, desde luego. Pero la propaganda se abre también camino, en un tiempo tan mediático. Es difícil separar el grano de la paja. Por otro lado, la televisión necesita mantener unos estándares que tienen que ver con los índices de audiencia (incluso la televisión pública, claro está), y con la esencia del propio formato, que tiene su aquel. Hace ya años que la política se incorporó a la televisión como una forma más de entretenimiento: no por minusvalorarla, sino porque adoptó esquemas y técnicas propios de otros formatos de debate, en los que el tema central no es la política. Parecerse a los programas del corazón, o a los magacines donde el debate es más bien, y quizás por razones de audiencia, un totum revolutum (lo mismo se habla de una vacuna que de un vídeo viral, lo mismo se opina de una cosa que de otra, y todo ello en cuestión de minutos), no parece la mejor opción para un análisis profundo de la política. Pero, si no es así, ¿cómo hacerlo?

    Los debates de medianoche, o de madrugada, como algunos de los que ha habido en los últimos años en la televisión pública, parecen reservados para una audiencia muy limitada. Eran debates aseados, muy compartimentados (como esos debates electorales que, de tanta organización, desesperan a la audiencia), y no sirven para ese concepto de debate-entretenimiento que está en alza. Que La primera pregunta haya sido cancelado por TVE tras solamente tres emisiones quiere decir que, o bien no era tan innovador como se creía, o bien que no logró encontrar el punto exacto de cocción de los distintos estilos que proponía. La asignatura pendiente de un debate que funcione (más allá de la programación matinal o 24 horas, que no tienen que ver con la lucha del prime time) sigue estando ahí. Con el paso del tiempo, en cambio, La Sexta Noche ha ido consolidándose. ¿Es el formato ideal para el debate político? ¿O para un programa-contenedor de la noche del sábado? Pues seguro que es mejorable, pero ahí está. ¡Y tiene entrevistas a escritores! Toda una provocación en estos días.

    El debate político es también uno de los platos fuertes de las televisiones internacionales. Podría echarse un vistazo y comparar. Mientras damos con formatos que no reproduzcan la absoluta polarización que estamos viviendo, es decir, que hablen de política sin repetir sus mismas estrategias, siempre tendremos la solución del humor: seguramente la solución más inteligente. Y, ya que hay que entretener, sin duda la más divertida.

    19 oct 2020 / 00:00
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