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Cuando hable, no coma

    Allá por los tiempos de Maricastaña se decía que la Gramática era el arte de hablar y escribir correctamente; repito, correctamente. También en aquellos tiempos era sabido que quien ocupaba un puesto o cargo público (profesorado, política, abogacía, sacerdocio), antes o después tendría que ejercitarse en aquellas dotes oratorias que consagraron a Demóstenes, Cicerón o Castelar entre muchos otros. Para iniciarse en la expresión oral lo que se pedía era corrección, que se exigía ya en el examen de ingreso en el Bachillerato.

    No pecaré de nostálgico si digo que en materia de corrección, la única que hoy se reclama es la política, tal como reza aquello de “políticamente correcto”, pero ya se sabe que “dime de que presumes y te diré de que careces”.

    El caso es –ahora les cuento–que hace algunos años viajé a Córdoba (en tiempos la urbe más culta de Europa y modelo de convivencia de razas, credos, lenguas y culturas) para hablar de Literatura gallega, invitado por la Casa de Galicia, cuyo presidente era profesor de la Universidad cordobesa.

    De camino al acto, el Rector de la misma nos daba cuenta de lo que era la comidilla de la ciudad: la contratación de un telefonista para atender la consejería de cultura del Ayuntamiento y las entusiastas arremetidas verbales con las que este enfrentaba a quienes le llamaban: “Curtura... aquí curtura...”. La ciudadanía se desfondaba a base de cachondeo fino con el brío expresivo del contratado.

    El caso me recuerda al de aquella ministra de Comunicaciones y transportes a quien una intensa nevada pilló a contrapié y a requerimientos del partido opositor respondía, airada: “É que Baraja é mu grande, mu grande” y vuelta con lo de “mu grande”.

    Ustedes y servidor hemos oído –y en ello seguimos– las aceleradas intervenciones oratorias de María Jesús Montero, ministra de Hacienda, que con apetito digno de mejor causa, devora el material parlante que utiliza y muestra una especial saña contra la s que los demás usamos para distinguir el plural del singular. Así, ella pronuncia dice (s), acabamo (s),estado (s), bu(s)car, la(s)piedras, etc. La fuerza articulatoria de doña María Jesús es tal que parece faltarle aire, lo que le impide una buena “digestión”.

    Es posible que la señora ministra considere que su alto rango político-gubernamental la exime de cualquier norma de corrección fonética, ya que lo suyo son los números. ¡Craso error!, pues como ministra, como parlamentaria o como simple interlocutora en un diálogo, está más obligada a expresarse de buena manera y hasta de la mejor, esforzándose en que así sea, pues al respecto carece de bula idiomática que la exima o eso cree uno. Su hablar, desmañado y vulgar, evidencia una absoluta falta de respeto y consideración hacia quienes la escuchan.

    Es ciertamente paradójico e inadmisible que exijamos, a quienes vienen de fuera, en materia de conocimiento y uso lingüísticos, un nivel de corrección que nosotros o no tenemos o no utilizamos por simple indiferencia o desinterés frente al idioma.

    A cualquier idioma, quede claro. En fin, solo nos queda desearle a la señora Ministra que los presupuestos que está presentando le queden “mu” bien cuadrados. Y si salen redondos, pues también, “mu” bien.

    12 oct 2022 / 01:00
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