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Cuando lo virtual no es real

    EN 1944 por los acuerdos de Bretton Woods se adoptó el patrón oro, que garantizaba la equivalencia de una onza de oro en 35 dólares. Pero los excesos de Estados Unidos en Vietnam implicaron que para su financiación, vía impresión masiva de papel moneda, el presidente Nixon decretase en 1971 la renuncia al patrón oro. A los ahorradores con depósitos bancarios les disminuyeron las garantías. Pero nada pasó. Las entidades financieras eran solventes y estaban correctamente supervisadas gracias a la Ley Glass-Steagall, promulgada en 1933 tras la Gran Recesión.

    Pero la desregulación del período de Clinton y Greenspan disminuyó las garantías sensiblemente. Así fue que comenzábamos el milenio con el llamado corralito en Argentina y años después en la vieja Europa surgió la crisis de las preferentes y otros activos tóxicos de la banca. Se tomaron medidas correctoras y la Ley Dodd-Frank o los sucesivos acuerdos de Basilea contribuyeron a disminuir el riesgo de quiebra en la banca.

    Mientras tanto, al amparo de las nuevas tecnologías, algunos se pusieron a crear dinero sin recurrir a los bancos centrales. Parece ser que alguien llamado Satoshi Nakamoto fue el creador de la primera moneda virtual, el bitcoin. Hablando de dinero y de una de las definiciones de virtual, como aquello que tiene existencia aparente y no real, deberíamos preocuparnos.

    Así es. El anonimato de los titulares, la volatilidad de esas monedas, la ausencia de regulación, la caída de su cotización o la quiebra de operadoras nos recuerdan a lo sucedido con los repetidos esquemas Ponzi en el pasado, desde la hija de Mariano José de Larra hasta Bernard Madoff o burbujas como la de los tulipanes y recientemente los inmuebles.

    Veáse el caso de la operadora canadiense QuadrigaCX, constituida en 2013 y que no era más que una tradicional casa de cambio, pero que solo operaba con criptomonedas y vía internet. Fue fundada por Gerald Cotten, cuando solo tenía 25 años de edad y sus antecedentes eran más que dudosos.

    La aventura duró cinco años, hasta que falleció el fundador y se verificó que operaba como un modelo Ponzi con agravante, Cotten era el único que controlaba las contraseñas que permitían operar con las carteras de criptomonedas de Quadriga. La consecuencia fue que los fondos perdidos por sus clientes rondaron los 200 millones de dólares.

    Múltiples quiebras y el desplome de su cotización en 2022 llevan a los supervisores a proponer la regulación como solución e impedir que las cripto sigan siendo el principal refugio del dinero negro internacional. Si dejan de ser anónimas y se regulan perderán su atractivo para especuladores y blanqueadores y la burbuja explotará.

    24 ene 2023 / 01:00
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