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Cuarto
y quinta

    LOS defensores de la Constitución y de la actual forma de Estado no pueden por menos que estar muy preocupados. Superado el lío con el rey emérito, exculpado por la fiscalía de un variopinto número de delitos por un comportamiento impropio que el mismo ha reconocido tras ponerse al día con Hacienda, resulta sorprendente que no se manifieste ese estado de ánimo sobre quienes ocupan el cuarto y quinto puesto en el orden sucesorio. Es previsible que jamás se vean en la tesitura de afrontar esa responsabilidad y el resto de los españoles de inquietarse por ello.

    Pero tras la princesa Leonor, la infanta Sofía y Elena de Borbón los siguientes son sus hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, de los que se sabe que están orientados hacia las fiestas, el postureo y las redes sociales, pero no para participar en responsabilidad de Estado. Son jóvenes, pero parece que no tan sobradamente preparados como otros de su generación. Aunque siempre pueden desmentir esa impresión con sus actos futuros.

    COMER. No está claro si el nutricionista Julio Basulto, ha escrito el libro Come mierda al dictado del ministro de Consumo, Alberto Garzón, o si el ministro ha leído las galeradas del libro y lo ha ido desgranando capítulo por capitulo en sus declaraciones de esas que causan polémicas de las que duran semanas. Porque el ministro y el nutricionista coinciden en muchos puntos. Por ejemplo, en la necesidad de prohibir que los famosos protagonicen campañas publicitarias y más si van dirigidas a los niños.

    El nuticionista pretende con su libro no solo recomendar que se coma más sano, sino que se reduzca la ingesta, porque se come cada vez peor, y lo que es peor todavía, que los hijos de ahora van a vivir menos que sus padres por sus malos hábitos alimenticios. Y la cosa se complica porque es en las zonas de rentas más bajas donde proliferan los anuncios de productos perjudiciales para la salud. O sea, lo que dice Garzón.

    LONDONGRADO. En sentido estricto no es un paraíso fiscal, pero para algunos rusos con mucho, muchísimo, dinero es como si lo fuera, porque como suele decirse, dinero llama a dinero y en la City hay de sobra y lo saben multiplicar. Por eso llaman Londongrado a la capital británica, convertida en residencia oficial de los dineros de los magnates rusos que como todo buen patriota lo primero que hacen es poner a salvo su dinero porque confían lo justo en su país.

    Pero a los oligarcas rusos no les basta con llevar su dinero a un país con una fiscalidad muy favorable, sino que buscan un ambiente que les proporcione viviendas de altísimo standing, educación de la fina para sus vástagos y lujo a raudales para sus caprichos, que pagan con lo que han obtenido de la privatización de las empresas rusas. Londongrado es un nombre perfecto que casa bien no solo para los que pretenden hacer negocios limpios sino para quienes se dedican a blanquear el que es negro, procedente de la corrupción y el crimen organizado.

    01 abr 2022 / 01:00
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