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Cuentos y cuentas sobre la inmigración

    AÑO 1981, campaña electoral de las elecciones presidenciales en Francia. El alcalde comunista de Vitry-sur-Seine, localidad cercana a París, dirige un ataque con un buldócer a un albergue de trabajadores procedentes de Malí. Poco tiempo después, el candidato del Partido Comunista, Georges Marchais, publica una carta en el diario L´Humanité en el que contextualiza el ataque dentro de la lógica de la problemática que genera la inmigración en el mercado laboral, ya que como indica, los “esclavos modernos” son usados por empresarios y gobierno para aumentar el paro, reducir salarios y empeorar las condiciones de trabajo. Los argumentos puede que le suenen, ya que son habituales de la derecha populista para defender un mayor control sobre la inmigración.

    Volvamos a los años 80, pero esta vez al otro lado del charco, en concreto, a Cuba y a Miami. Fidel Castro anuncia la apertura del puerto de Mariel, permitiendo que cerca de 125.000 cubanos abandonen la Isla y lleguen a Miami, provocando un aumento del 8 % de la fuerza laboral. El resultado fue que la llegada masiva de trabajadores cubanos no se tradujo en efectos significativos sobre la tasa de paro ni sobre los salarios, tampoco entre los sectores más afectados, según demuestran en un trabajo los economistas Giovanni Peri y Vasil Yasenov.

    El escaso efecto, o incluso positivo, de la inmigración en el mercado laboral es una tendencia general encontrada en la literatura económica, también en la que toma como referencia datos para España. La explicación es que se producen mecanismos de ajuste reasignando recursos y tecnología hacia sectores más intensivos en trabajo, absorbiéndose así el exceso de mano de obra. En cuanto al coste en términos fiscales, los efectos también tienden a ser positivos. Incluso, como demuestra Ángel Martínez Jorge con datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, los inmigrantes tienden a soportar un mayor esfuerzo fiscal a igual nivel de renta.

    En España, Vox recurre al peligro de la inmigración de forma más o menos periódica de manera irresponsable. Primero, al igual que encuentran en Francia varios autores de la Escuela de Economía y del Instituto de Estudios Políticos de París, introducir en la conversación estas cuestiones, aun con datos falsos, genera rédito político para la extrema derecha. Mentiras a cambio de votos. Véase el caso del cartel de los menas en Madrid, cuando, como bien indicó Ayuso, se está focalizando el problema en 269 menores en una población de siete millones. Segundo, señalar a colectivos de manera generalizada con mentiras genera desconfianza en la sociedad y un impacto negativo en el desarrollo económico y en la calidad de las instituciones.

    Lo que no son cuentas son cuentos sobre la inmigración, y en estos últimos el populismo de derecha es especialista.

    30 abr 2021 / 01:00
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