Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Darío Villanueva: cómo
nos mordemos la lengua

    HABLO con Darío Villanueva bajo el apacible sol de marzo. Retirado nominalmente, el profesor, ahora emérito, y exdirector de la Real Academia de la Lengua Española, se ha decidido a escribir sobre un tema polémico, la corrección política y la posverdad. Lo hace para Espasa. En los próximos días verá la luz esa entrevista, pero, mientras tanto, cumple decir que Morderse la lengua (así se llama el libro) no dejará a nadie indiferente.

    En sus palabras, y en el propio libro, se advierte cierta alarma. “Tengo experiencias”, me dice. “Cuando estás al frente de algo como la RAE sientes la presión a diario. Es curioso, porque muchos creen que los académicos nos inventamos las palabras, incluso con el propósito de joder a alguien. Pero nosotros sólo recopilamos, recogemos lo que dice el pueblo. El lenguaje no está al capricho de unos pocos”, explica.

    El libro es para el público en general, pero no puede evitar un regusto académico. Tampoco lo pretende. Hay abundante bibliografía y citas por doquier. Amplia documentación. Es un viaje fascinante por la historia del lenguaje y de las ideas. Presenta, ya digo, una gran abundancia de referencias. Y varias anécdotas y curiosidades que, en realidad, encierran un significado profundo. Algunas de ellas personales.

    Gran parte del volumen trata de analizar lo que algunos consideran “una injusticia léxica”. La corrección política viene de muy atrás, me dice, al menos desde Marcuse, que se hizo un santón en los campus de Estados Unidos poco después de la mitad del siglo pasado con aquella teoría que es un oxímoron: “la tolerancia represiva”. Ahí empezó todo. Y luego con los franceses, los derridianos, que desembocaron en las universidades con Foucault bajo esa premisa ya conocida: “no tenemos derecho a decirlo todo”.

    “La corrección política no es otra cosa que una forma posmoderna de censura”, resume en pocas palabras. No sólo atañe al lenguaje, es cierto, pues artistas y creadores de todos los ámbitos han visto revisados sus trabajos, hasta el punto de considerarlos inconvenientes o inaceptables en ocasiones. Recuerda Darío Villanueva, por ejemplo, cómo los nombres de los meses del año fueron sometidos a los criterios de la corrección política en su día, y que, en general, no es rara “la injerencia en los términos lingüísticos por parte de los poderes políticos”.

    Le preocupan asuntos como la “higiene verbal”, la preponderancia de “la cultura de la queja”, según Robert Hughes. “Lo que sucede es que el lenguaje, como decía Aristóteles, sirve para manifestar lo conveniente y lo dañino, lo justo y lo injusto, lo agradable y lo canalla”, dice.

    Morderse la lengua habla también de la posverdad, otra característica del presente, con profundas raíces históricas. “Ya estaba en Platón, aunque es Maquiavelo quien lo lleva a la máxima expresión. Aquello que Oscar Wilde define como el mentiroso culto y cautivador...”. Pero no siempre es necesario que sea culto. Trump, me dice, “podría haber leído a Foucault, aunque no lo creo”. En el libro ahonda también en esa idea tan peligrosa del negacionismo científico. Como decía Bertrand Russell, señala, “el problema de los ignorantes es que siempre están seguros”. Y concluye: “Creo que hay un intento de destruir el racionalismo, como bien dijo Obama el otro día”.

    07 mar 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito