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De Bugallos, Rosones y pisos

    VISTO desde la reduccionista perspectiva de quien se asoma a la opinión pública con las orejeras de una conveniencia estrictamente personal se entiende que la proliferación de pisos turísticos tenga acérrimos defensores; desde el sector de la lavandería al de la decoración, de los mueblistas a los cerrajeros... y así hasta un infinito de beneficiarios, silentes o confesos, a quienes habrá que identificar tanto por lo que dicen como por lo que esconden.

    Cabría pensar que es desde esa perspectiva desde donde Héctor Pardo hace una encendida loa de los pisos turísticos en artículo publicado aquí días atrás, apuntalando su enfervorizada defensa en los objetables –por generalistas– argumentos de que todo el mundo tiene derecho a comer y que no es esta modalidad de alquiler la responsable de la alteración del solaz nocturno y de los problemas de movilidad ciudadana.

    De ahí a incardinar el frenesí arrendatario de la Compostela estudiantil en el precedente de los hoteles por horas que nuestros emigrantes rentabilizaron en Argentina, Brasil o México –¿también en su vertiente del amor?– media una goyesca fiebre de sueños de la razón.

    En el servicio a la verdad a que se debe la opinión expresada en público y siendo legítima la defensa que se hace de los pisos turísticos aún a costa de cabalgar por una maniquea comparación con otras modalidades de alquiler, no pueden obviarse los intereses ciudadanos que, en tanto que colectividad, deben primar sobre los particulares allí donde éstos vienen a conculcar derechos comunitarios consolidados, siquiera sea con una adecuada compensación por los daños infligidos.

    Muchos de esos perjuicios han sido ya citados aquí bajo la responsabilidad de quien esto firma en media docena de artículos referidos a tan actualizada polémica y que –por reiteración y extensión– exceden de la capacidad de estas líneas. Pero sí cabría añadir otros más que se obvian en el artículo referenciado y que suponen otras serias y trascendentales afectaciones de esta modalidad de alquiler que, según los más recientes estudios y desde una perspectiva de sostenibilidad, propician la acentuación de la huella hídrica, favorecen las emisiones GEI, demandan requerimientos energéticos intensivos, además de la afección del transporte, facilidad para la economía sumergida o proliferación de un mercado laboral de baja cualificación, por no hablar del encarecimiento del coste de la vida o de los cambios en las culturas tradicionales y formas de vida.

    Responsabilizar a nuestras autoridades locales, presuponiéndoles una actitud maliciosa, en la contención de los pisos turísticos es esconder o ignorar una problemática generalizada en todos los destinos turísticos del mundo, preocupados por constataciones tan espeluznantes como enseña Venecia con su dramática pérdida de población fija –de 120.000 a 50.000 en unas pocas decenas de años–.

    Además, acertados o no en sus actuaciones, Pepe Bugallo y Mercedes Rosón tienen la democrática legitimidad, tanto más encomiable por cuanto más duradera, de actuar por expresa delegación de los votantes, a los que en tan poca estima parece tenerse cuando se cuestiona esa comisionada expresión de sus voluntades. ¿Acaso porque queremos reservárnosla en exclusividad para nosotros mismos?

    23 jul 2022 / 01:00
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