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De Madrid al Pirineo

    AGOTADO por la reclusión, por las torpezas de un Gobierno aprendiz (como aquel profesor de matemáticas que de niño aprendía con torpeza la lección con nosotros pretendiendo explicárnosla), y los expulsados de la Balsa de la Medusa (ya aludí al naufragio en 1816 del Méduse y a la selección para morir de los supervivientes de más edad en una balsa con exceso de peso, tema escabroso que pintó Géricault y cuya divulgación de los pormenores –como ahora– escondiera el Gobierno francés), divido mis escasas vacaciones entre el Pirineo y la casa rural de Ana y Manolo en Sargadelos, si no se prolonga el cierre de A Mariña. Vengo ahora de respirar un poco del Valle de Arán.

    Es un goce salir del infierno estival y las miasmas que acechan en Madrid, y llegar casi sin parar al sendero de Bausen que mira a Canejan, perdida a lo lejos entre montañas, y conduce al viejo bosque de hayas de Carlac. A tiro de piedra de Francia, adonde los de Bausen van al médico porque Lleida está lejos, y eso que a Jordi Pujol se le reconoce al menos la creación del hospital de Vielha.

    Mi padre llegaría a caballo a todas partes siendo juez de Vielha en 1929, aunque no encuentro huella de su presencia en el valle y el viejo juzgado desapareció en una capital irreconocible.

    Pero pasear por los hermosos para-
    jes entre Bausen o la ya francesa Luchon al oeste y Baqueira o Esterri de Aneu, ya en el Pallars-Sobirà, al este, permite todavía hallar algunas viejas casas que sí habrá visto mi padre, además de muy
    bellos lugares y un abundante románico local cuyos ábsides combinan las arquerías ciegas y otros modos construtivos del primer románico catalano-lombardo (en Galicia tenemos un ejemplo en Toques), con organización de puertas y ventanas ya del segundo románico, el propiamente dicho.

    Las macizas torres de planta cuadrada o poligonal con airosos y puntiagudos chapiteles de pizarra despuntan y embellecen los verdes parajes naturales.

    De los juegos infantiles del valle
    que estudiara mi padre aquí, etc., nada quedará. Pero la templada temperatura,
    la belleza de los paisajes de Montgarri, de los Uelhs deth Joeu, del Saut deth Pish, y tantos otros, hacen la visita encantadora, en un momento en que hay negocios cerrados y todo parece no haber despertado todavía.

    06 jul 2020 / 20:32
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