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Démosle una vuelta a esto

    ES VERDAD que el siglo XX fue terrible, salvo alguna cosa. El XXI está resultado más decepcionante que terrible, también salvo alguna cosa. Se diría que el siglo no ha empezado todavía, sólo está entrenando. Y luego ha venido la pandemia. Es un siglo adolescente, bastante pueril, que lo mismo sigue así hasta los cuarenta. Pero no hay cuidado, porque las letras de molde de la Historia tendrán material, ya que también suelen fijarse más en lo malo que en lo bueno, si lo hubiere, como los programas televisivos morbosos.

    En estas dos décadas de calentamiento (global), el siglo XXI muestra sus músculos agarrotados, sobre todo los de la imaginación, que son los más necesarios. En lugar de ser una época de libertad creativa y movida artística, resulta que nos hemos vuelto unos estrechos mentales que estamos dejando a otros momentos de la Historia como referentes de grandeza y alegría de la huerta. Nunca creímos que el futuro sería así, si es que esto es el futuro y no un apeadero en medio de la nada. Este nivel de desorientación, de falta de profundidad, de maniqueísmo barato, de lenguaje de paja, era inimaginable.

    Puede que la pandemia nos tenga entre paréntesis, pero habría que preparar la verdadera esencia del nuevo siglo, dejemos que el chico crezca de una vez, o sea, preparemos la modernidad, volviendo a asuntos de enjundia y dejando de lado las pijaditas habituales. El ciudadano tendría que prepararse para darle una vuelta a esto, como dicen en mi pueblo. Vale que puede ser un mal momento para los liderazgos (eso lo afirman ya todos los especialistas del ramo), pero la pregunta es si el liderazgo, sobre todo el liderazgo político, es algo importante para el futuro, o si resulta más bien una figura algo pasada de moda, un recuerdo un poco tribal, una memoria del tiempo en el que había que seguir siempre al líder, “follow the leader, leader, leader / left, right / left, right”, y por ahí.

    Yo, como decía ayer Boyero, soy poco de líderes y liderazgos, prefiero las voces bajas colaborativas, prefiero la voz colectiva, y si de líderes hablamos me decanto más por los de la ciencia, ya puestos. Fíjense, en efecto, el rastro que han dejado algunos de los liderazgos del siglo XX, tela marinera. También hubo grandes hombres que lucharon por la libertad, por el final del racismo, por los derechos humanos, y algunos fueron asesinados por ello, o encarcelados durante largos años. No se entiende cómo los pueblos pueden a veces dejarse llevar por esas solemnidades enloquecidas, por esas borracheras de poder, como las que nos han asaltado a lo largo de la Historia. Es increíble cómo los pueblos pueden quedar a veces sojuzgados, o hechizados (la propaganda es un arte), por un personal que bascula del elogio de la ignorancia al insulto a la inteligencia, pasando por el pensamiento tóxico.

    Veo a nuestros jóvenes (no todos, nunca son todos) embebidos en ese líquido mediático donde se promueve el seguimiento de ideas superficiales y por lo visto indiscutibles, donde se convierte en moda todo lo que debe dirigir nuestros pensamientos, donde se nos dice lo que debe ser y lo que no. Démosle una vuelta: volvamos a las ideas profundas. Los liderazgos solemnes y los mesías visionarios no deberían pertenecer a la modernidad.

    06 sep 2020 / 00:00
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