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Desagrupémonos todos

    EL “agrupémonos todos” que se canta puño en alto con La Internacional se aplica de forma dispar y contradictoria en Galicia. Lo acaba de certificar Tezanos con la encuesta del CIS. Quien se agrupa es el centro derecha que desoye los cantos de sirena de Vox y Ciudadanos para permanecer en la casa solariega del PP. La encuesta vuelve a retratar a un elector moderado que es sedentario y rechaza el nomadismo hacia otras siglas. Desde hace décadas busca, compara y no encuentra nada mejor para hacer una mudanza, reaccionado como lo que algunos consideran votante cautivo, pero que en realidad es más bien un votante satisfecho.

    Al otro lado la izquierda entona el “desagrupémonos todos” y se escinde en varios ramales. Su base social es políticamente promiscua y le gusta probar nuevas experiencias. Su elector es trashumante y se mueve por flechazos que muchas veces acaban en divorcios, o retornos al hogar de su antigua formación. En medio de este trajín es verdad que hay un partido central sobre el que orbitan las alianzas, pero el problema del socialismo gallego es que no acaba de ser realmente hegemónico en el ámbito autonómico aunque lo sea a escala local.

    Basta con que surja una estrella rutilante en el cielo como las Mareas para que una parte de la clientela del PSOE se dé de baja en la compañía, sin preocuparse demasiado por la consistencia de la nueva conexión. Es suficiente con que el BNG lime sus perfiles más ariscos y haga que su candidata sonría, para que el CIS advierta que se aproxima a los socialistas.

    El elector del centro derecha tiene su domicilio establecido en el PP porque es una casa con varias habitaciones donde cabe la derecha clásica, el liberalismo, el conservadurismo laico y el confesional, el ourensanismo y hasta el galleguismo que podría surtir a un PNV a la gallega. Es como aquellas típicas casas del rural galaico en las que convivían varias generaciones.

    Ni siquiera la pérdida del poder en la era pos-Albor y pos-Fraga ha logrado desgajar esa unidad familiar. Tampoco la irrupción de derechas más resueltas o más modernas cuyos desembarcos han sido un fracaso. El caso es que la tesis, reconfortante para la izquierda, de un supuesto monopolio del poder que tendría como resultado una sociedad ahogada por el PP, se desmiente con sólo ver el color político de las grandes ciudades y la mayoría de las diputaciones.

    Por su parte, el votante de izquierda carece de domicilio fijo. Gonzalo Caballero y Pablo Casado adolecen de lo mismo. Uno dentro de la izquierda gallega y el otro en la derecha estatal son primus inter pares, primeros entre iguales, líderes que han de reafirmar constantemente su predominio en su respectivo espacio ideológico.

    Cuando al inicio de la campaña tanto Gonzalo Caballero como Ana Pontón se proclaman como cabeza de una posible mayoría progresista, Tezanos les da la razón a los dos. De acuerdo con los datos cualquier cosa podría suceder. Con los pronósticos del CIS en la mano, desde luego el BNG no es respecto al PSdeG un partido complementario, subsidiario, como ocurre con Podemos en relación con el PSOE de Pedro Sánchez. En Galicia es la derecha quien canta y aplica La Internacional.

    25 jun 2020 / 23:45
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