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Despoliticemos nuestras vidas

    DESDE hace un tiempo vivimos en una continua campaña electoral que actúa como combustible de crispación entre los ciudadanos. De acuerdo con Jason Brennan, se puede dividir a los individuos en tres categorías dependiendo de su relación con la política: 1) los hobbits, los cuales muestran desinterés sobre esta y suelen tender a abstenerse de participar en debates; 2) los hooligans, quienes mostrarían un alto grado de pasión sobre los asuntos públicos y defienden sus ideas sin importar la evidencia disponible; y 3) los vulcanianos, que también sienten interés por la política, pero a diferencia de los hooligans, tienden a no caer en bloques ideológicos y basan su posición en base a un razonamiento científico y lógico.

    De acuerdo con algunos autores clásicos, como Stuart Mill, la política tiende a ennoblecernos, por lo que el debate público incentivaría la conversión de hobbits y hooligans en vulcanianos. Sin embargo, como defiende Brennan, y a mi parecer es la idea más plausible, es que la transición suele producirse hacia los hooligans, inflando el enfrentamiento y la polarización, incluso más allá de cuestiones ideológicas, alcanzando las de tipo afectivo.

    La razón es que somos más intuitivos de lo que pensamos, como explica Jonathan Haidt. Nuestro pensamiento está lleno de sesgos y luego buscamos como reforzar nuestras posiciones morales, las cuales vienen determinadas principalmente por razones culturales y contextuales. Además, el sesgo endogrupal explicaría el tribalismo, es decir, nuestra tendencia a favorecer a los nuestros y generar conflicto y prejuicios con respecto a otros.

    Los hechos parecen corroborar esta hipótesis en España. Como demuestra en un reciente estudio Lluís Orriols, la distancia emocional entre personas que tienen simpatías políticas distintas se está ensanchando, proceso que se estaría acelerando desde la entrada en escena de partidos populistas (Podemos y Vox). Esto se debe a que Vox y Podemos basan su estrategia en identificar al adversario político como enemigo y centran el debate en cuestiones morales e ideológicas que ponen en alerta los sesgos mencionados. De hecho, Luis Miller ha identificado que justamente cuando la conversación se basa en políticas públicas y gestión la polarización tiende a desaparecer.

    Al politizar e ideologizar absolutamente todo también nos conduce a que incluso las interacciones humanas se vean afectadas por el conflicto intergrupal. Cada vez más hooligans que interpretan el mundo en base a relaciones de poder (político), y defender sus intuiciones es lo que da sentido a su vida. El amor, la cultura, la amistad, la naturaleza... Hay cosas más importantes. La política es relevante, pero no lo es todo.

    Despoliticemos nuestras vidas. Solo así conseguiremos rebajar la tensión y seremos más felices.

    16 abr 2021 / 01:00
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