Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Días de magia

    AYER fui con mi hija a ver a Sus Majestades. Y fueron muchas las cosas que se me pasaron por la cabeza en el corto espacio de tiempo que transcurre entre la escalinata de San Domingos y la bóveda de la iglesia.

    En primer lugar, me conmovió ver a tantas niñas y niños haciendo fila, en orden y en silencio, con sus mascarillas puestas y con una gran ilusión. ¡Podía vérseles en los ojos! Y es que aunque ocultemos la expresión de nuestros labios, esas ventanas del alma que se abren bajo nuestra frente siempre nos delatan de una manera singular. Pacientes, expectantes e ilusionados aguardaban, de la mano de sus padres. Y pensé: ¡Qué poco hace falta para ser felices y cuánto nos complicamos conforme crecemos, ansiando siempre una “felicidad” que nunca llega!

    En segundo lugar, me enterneció esa manera de comportarnos que tanto nos extravierte en jornadas como la de ayer. Ese ofrecerse a esa madre que no tiene quien le ayude a aupar un carrito. La sonrisa de ese paje que quiere inundar de alegría un montón de corazones pequeñitos. Esa complicidad del que guarda fila y cede su turno a quien más lo necesita. Esa esperanza compartida de quienes quieren volver a creer en la magia, aunque sea tan sólo por un día. Y pensé: ¡Cuánta magia recupera el mundo cada vez que llenamos de ilusión nuestras vidas! Lástima que estemos dispuestos tan pocas veces a volver a creer...

    En tercer lugar, nos tocó escoger. Al menos en nuestra imaginación... ¿Melchor, Gaspar o Baltasar? ¿Por qué tenemos siempre que estar escogiendo?, pensé. ¿Acaso no son los tres igual de magos? Pero es nuestra naturaleza. A los humanos nos gusta elegir. Yo siempre fui más de Melchor. Ya lo era mi padre. No debe ser casualidad. Y es que ser amigo del jefe, de algún modo, puede darnos cierto grado de privilegio. ¿No creen? Seguro que los más exóticos tiran más por Baltasar. ¿Y qué hay de Gaspar?, me pregunto. El pobre siempre se queda en esa tierra media que es de todos pero no es de nadie. ¡Qué duro es estar en el medio!, acabé por pensar.

    Llegamos bajo la bóveda. Nos tocó Gaspar. Ya no era importante el quién. Ahora sólo el qué lo ocupaba todo. ¡Cuánta magia! ¡Cuánta ilusión! ¡Cuántos nervios! ¡Son los de verdad, papá! ¡Los Reyes Magos de verdad! ¡Y tanto! Entre tanta majestad, tantos pajes y tantos heraldos reales el mundo se había detenido. Y pensé: ¿Por qué no lo paramos más veces y dejamos que la magia fluya más a menudo? Seguramente ya no sería lo mismo, pero...

    06 ene 2022 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito