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Dieta alta en Hierro

    EL REGRESO de ‘Hierro’, de los Coira, con su segunda temporada, a la parrilla de Movistar, no sólo supone un soplo isleño de aire fresco, un toque de distancia y océano, sino el regreso a las buenas costumbres. Pena que se nos haya hecho partícipes de que esta segunda temporada será la última, la que cierre el hermoso viaje a ese extremo que fue, como nuestro Fisterra, el lugar desde el que contemplar el fin del mundo. No han querido los productores y guionistas sacarle más partido al asunto, o quizás han preferido quedarse en esta dosis elegante, esta dosis de Hierro que nos ha subido la felicidad.

    Gracias, pues, por todo esto. Para empezar, supone un espaldarazo a nuestras series, que tan difícil tienen competir con los grandes trasatlánticos que se mueven por esos procelosos mares del audiovisual. Aquí hay una producción tan sólida como múltiple detrás, que se mantiene estable, y que ha apostado por esta segunda temporada como una forma de no dejarnos muy huérfanos de Candela y Grandinetti, por un lado, y, por otro, con la finalidad de dar fin a una historia que no quieres estirar ni estropear. Será la segunda temporada, más breve, además, que la primera, y nada más que decir. A otra cosa.

    ‘Hierro’ se convertirá así en un producto delicado, alejado de lo torrencial, que desde el principio nos ofreció en su estuche cuidado la imagen de un sitio distinto, no Galicia (aunque también en cierto modo, como nos dijo Pepe Coira), sino una isla solitaria en medio de océano, proclive a cultivar en la tierra la trama volcánica de los enigmas, poseedora de balcones atlánticos desde los que observar todo ese azul oscuro casi negro de las vidas cruzadas que el guion propone.

    ‘Hierro’, en la nueva temporada, no se aparta un ápice de la primera, aunque la historia sea otra. Hay una continuidad bien amasada, la presencia de Grandinetti, sigue ahí, tras el gran Díaz que compuso, porque, como es sabido, si algo funciona es mejor no cambiarlo.

    Lejos de estirar la historia inútilmente, los guionistas han optado por redondear lo que ya sabemos, y añadirle, eso sí, un elemento emocional muy potente (el conflicto sobre la custodia de los hijos), que, de paso, subraya y enriquece la personalidad arrolladora de Candela, personaje y actriz. Es seguro que Candela Peña albergará siempre la convicción de que esta serie fue un regalo extraordinario, la posibilidad de confirmar lo que ya sabíamos: que estamos ante una gran actriz. Y todo ello, dentro de un elenco incomparable. No hay nada que los Coira no hayan sabido explorar aquí, desde el paisaje único al poder emocional de los personajes, tan poliédricos como formidables, en el sentido verdadero de la palabra.

    La isla contribuye a construir esas personalidades, la soledad y la brevedad del lugar. El escenario exótico, pero también muy doméstico. La isla que cambia a la gente, como se escuchaba en la primera temporada, es ahora un poco nuestra. El mismo viento nos acuna y nos enloquece. Con incorporaciones como Matías Varela (‘Narcos’, ‘Raised by Wolves’), o Antonio Durán ‘Morris’, cuya madurez como actor es sencillamente abrumadora, entre otros muchos, este segundo y último año de ‘Hierro’ servirá para completar lo que ya era una experiencia única. Para cerrar este viaje que aleja y acerca a buenos y malos, a padres e hijos, navegando en medio del oleaje más bravo y del océano más feroz, que es el de la vida.

    22 feb 2021 / 01:00
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