Dios nos convoca
aunque el señor nos convoca también esta mañana, que celebramos la Asunción de la Virgen al cielo, podemos afirmar que Dios nos convoca siempre, para que vayamos a Él, y para que celebremos en su templo santo los divinos misterios. Aunque en muchas ocasiones no medie un precepto de la Iglesia, sin embargo el encuentro con el Señor ha de llenarnos el corazón y la propia vida.
La 1ª lectura de la Misa, del libro de Isaías, es una llamada del Señor a practicar el derecho y la justicia, a la espera de la salvación, que está para llegar, de parte de Dios. Esta salvación incluye no solo a los miembros del pueblo elegido, sino también a los extranjeros que respetan las instituciones que el Señor ha establecido. A ellos promete el Señor llamarlos a su Monte Santo, y alegrarlos en su casa de oración, pues es voluntad del Señor que llamen así a su casa todos los pueblos.
San Pablo, en su Carta a los Romanos, se dirige en este pasaje a los gentiles (o sea, los paganos), y les dice que espera que su respuesta sirva para emulación de los judíos, de suerte que algunos de ellos alcancen la salvación. Si su reprobación ha servido para que pudieran ser reconciliados los gentiles, ¡cuánto más la reintegración de los judíos podrá servirles para volver de la muerte a la vida! Los dones y la llamada de Dios son irrevocables, de suerte que el Señor ha ejercido su misericordia con los gentiles, al desobedecer los miembros del pueblo judío; y ahora, al tener el Señor misericordia de los venidos del paganismo, con ocasión de la misericordia que ha tenido con los judíos, alcanzarán también ellos la misericordia. Es que Dios nos encerró a todos en el pecado, para tener misericordia de todos.
El Evangelio recoge el pasaje de la sirofenicia. Ella grita por Jesús, pero Jesús dice que solo ha venido para recuperar a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y no se puede dar a los perros (así llamaban los judíos a los paganos) el pan de los hijos. La mujer pagana dice que también los perros comen las migajas de la mesa de los dueños. El Señor le responde que es grande su fe, y que de ese modo su hija recuperará la salud.