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Divididos frente a Rusia

    EL pasado domingo mostrábamos aquí la división que, a nivel diplomático, económico y de equilibrio de poderes, estaba sufriendo la Unión Europea. Pues bien, a las tensiones entre Francia y Alemania, las divergencias en iniciativas energéticas y de defensa, y la desconfianza política que generan los Gobiernos de países como Polonia, Hungría, Italia, o la propia España (‘La zozobra de Europa’, ECG 30/10/2022), debemos añadir la fractura entre los veintisiete a la hora de proponer, asumir y cuestionar nuevas sanciones para castigar la invasión rusa de Ucrania. Esta división se ha visto plasmada en cada una de las negociaciones de los ocho paquetes de sanciones diseñados hasta ahora; e incluso, desde el inicio, en la respuesta militar al conflicto, y hasta en la solidaridad y las normativas para acoger a los refugiados.

    Dependiendo de la acción a aplicar por los socios, o del área económica o comercial afectada por las sanciones, los países reaccionan con mayor o menor complacencia. Así, por ejemplo, a la Comisión Europea le resulta difícil sacar adelante restricciones en torno a la importación del gas ruso, pese a constituir un proyecto de futuro asumido por todos, al menos en lo que al gas natural se refiere. Pero si hablamos de gas natural licuado (GNL), esta euforia se frena. Así, las compras a Rusia de GNL incluso han aumentado en países como Francia, Países Bajos, Bélgica o España, siendo la empresa rusa Novatek la más beneficiada. También el sector de la minería, que se ha resentido en términos de carbón, sigue fuerte en ámbitos como el de las piedras preciosas y un mineral tan deseado e importado como el diamante. Lo mismo ocurre con el uranio de la corporación rusa Rosatom. Francia, Alemania, Hungría, Eslovaquia, o Finlandia, no renuncian a este elemento químico metálico, fundamental para la producción de energía nuclear.

    Resulta contradictorio limitar la transacción del petróleo ruso por vía marítima, y, sin embargo, facilitarla a través de las tuberías tradicionales. Todo ello le proporciona a la Federación Rusa tiempo para reorientar sus ventas, localizar nuevos proveedores, fortalecer la nueva política de autosuficiencia del Kremlin, y compensar la merma de exportaciones e importaciones. Pero poco más se puede hacer, pues el ímpetu sancionador de Letonia, Lituania, Estonia, o Polonia, choca con las reticencias de Malta, Grecia, Italia o Hungría, e incluso con la reciente prudencia de Países Bajos o Alemania. Es más; en el país germano, tanto los socialdemócratas (SPD), como los democristianos (CDU), desean apurar un final negociado a la guerra; más del 60% de los alemanes abogan por un acuerdo con Putin; y un 58% incluso recelan ya de la adhesión de Ucrania a la UE. Como vemos, el agotamiento y la división son cada vez más evidentes en la UE.

    05 nov 2022 / 01:00
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