Dulces Susana y Josefina

EL domingo enterré en Ferrol a Susana, la mujer down de setenta años, hija y hermana de amigos. Yo había compartido mesa en la casa familiar hace cuarenta años y la reencuentro en el cementerio a su muerte.

Tuve a mi prima Josefina doliente down. Revivo ahora una experiencia a propósito de las dos muchachas. Sus sendas madres se empoderaron ante la situación penosa y crearon instituciones que ayudaran, a la vez, a sus hijas y a los hijos de los demás. Mi tía Assumpció montó un centro ocupacional para discapacitados en Mataró y comarca cuando no existían en parte alguna y ella misma, en connivencia con su marido, el tío Joan, creó una empresa de confección de ropa infantil, para asegurar unos ingresos para la hija Josefina.

Hizo algo más: una residencia para señoras con plazas para mujeres discapacitadas. En cuanto a María Victoria Palanca fundó, y dirigió durante años, el Colegio de Educación Especial Carmen Polo (hoy Terra de Ferrol). Miles de dolientes han consolidado su integración social efecto de mujeres empeñativas.

La necesidad se hizo virtud y esas dos mujeres valientes no se arrinconaron a lamentar una pena. Fuertes y delicadas empujaron sendas familias numerosas y se empoderaron para mejorar la tribu.

Longevas, han sido pegamento afectivo entre sus hermanos. Ambas generaban, más allá de la compasión, ternura. Ninguna riña alrededor, gana de aliviar a los cuidadores de las chicas.

Los deficientes dan trabajo y dan alegría, suavizan los caracteres, y hacen pacientes a los allegados. En ocasiones no sucede así, una cultura de muerte nos rodea y niños diagnosticados down son abortados... El remordimiento sustituye a una existencia abnegada y gratificante. Un discapacitado en casa condiciona la vida de familia. Cualquier miembro de la familia condiciona esa vida. Cada uno somos un pelmazo que aporta alegrías.