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TRIBUNA LIBRE

Dar plenitud a lo que hay

    LOS HOMBRES NOS hallamos en un mundo que no hemos elegido, y en el que debemos obrar bien. No estamos solos: el Señor nos da su luz y su fuerza; cierto que nosotros, iluminados por el Señor, hemos de ver por dónde caminar y hacer lo que procede, no lo que más nos gustaría actuando como seres terrenos. La Ley que el Señor nos ha dado, según indica el vocablo hebreo Torah es la revelación de lo que procede hacer, que Dios manifiesta a los que esperan en Él.

    La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana, nos muestra que cumplir la voluntad divina es una actitud verdaderamente prudente por parte del hombre. Este, al ver dos caminos en su existencia terrena, puede elegir el uno o el otro. Cierto que el que el Señor le indica, con toda sabiduría y poder, conduce a la vida, mientras que el otro nos lleva a la muerte. El Señor, que lo ve todo, ha dado libertad al hombre; pero no deja impune el mal que el hombre pueda escoger.

    San Pablo alude a una sabiduría nada mundana, sino procedente de Dios, escondida, profunda, que el Señor ha destinado desde siempre para servicio del hombre. Los hombres con criterios mundanos no la han hecho suya; de lo contrario, no hubieran crucificado al Señor de la gloria. De modo distinto a estos, la persona que camina a la luz de Dios, ha llegado a conocer lo que el Señor tiene preparado para los que le aman, pues se lo ha revelado el Espíritu Santo, que conoce las profundidades de Dios.

    El Evangelio de San Mateo recoge muchos dichos de Jesús en el Sermón del Monte. Comienza diciendo que no vino a abolir la Ley ni lo que dicen los libros que los judíos denominan Profetas: más bien ha venido a dar plenitud a lo que había. Esto ha de cumplirse, sin rebaja alguna.

    Quien cumpla lo que está escrito, será grande en la gloria celestial. Llama a interiorizar lo que la Ley decía: no basta con no matar, sino que hay que amar. Para ser amigo de Dios, hay que reconciliarse con los hermanos. Quien alberga sentimientos de lejanía con su esposa, ya ha adulterado en el corazón, y quien se divorcia de su esposa, si estaba casado de verdad con ella, adultera. En la vida no hace falta jurar: basta con decir sí o no.

    CANÓNIGO LECTORAL

    14 feb 2020 / 22:35
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