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TRIBUNA LIBRE

El negocio de la felicidad

    SOY la primera persona que apuesta por la felicidad, y que me esfuerzo por sentirme feliz y trasladar esto a los que están cerca, incluso promoverlo en las empresas, lo que se entiende comúnmente por generar buena energía, o como me dicen muchas personas, transmites paz y buena onda.

    La cuestión es que este reto que me he propuesto no es sencillo. Una cosa es mi planteamiento de que una persona feliz trabaja mejor, es mucho más creativa, enferma menos... creo que todos en algún momento de nuestras vidas hemos experimentado esto, incluso las empresas comprueban cómo la felicidad y la productividad van de la mano.

    Lo que sucede en la práctica es que mantener ese estado de felicidad constante a veces no es tan sencillo, pues al lado de días o momentos buenos también los hay malos, y muchas veces mantener la sonrisa cuesta. Y en ese momento en el que no te sientes bien, o que tu energía no es alta, parece que incluso te sientes peor al no ser coherente con tu idea de bienestar o felicidad.

    Además, cuando pasas por un momento malo, cuesta expresarlo, de hecho, me sorprendo sonriendo en las fotos, y te das cuenta cuando todo el mundo te dice que siempre estás genial. Esto no es así, pero he caído en la trampa de este siglo, la imagen exterior que tanto ayudan las redes sociales a difundir, potenciar y extender hasta los confines del mundo acaba siendo tu peor enemigo.

    Siempre digo que nadie pone una foto llorando en las rrss, compartimos momentos buenos e incluso excepcionales, y así entre todos vamos creando una imagen de nuestro día a día que parece idílica, todo es genial, por lo que ya nadie te pregunta cómo estás, porque se ve que todo es fantástico, y también porque la envidia no nos permite hacerlo.

    Estamos en la era de la fachada, no importa el contenido, sólo el envoltorio. Las emociones han pasado a ser otro modelo de negocio, la felicidad es rentable, pero ¿para quién? Expresamos nuestra felicidad en una imagen mientras el vacío interior se hace cada vez más grande si no conseguimos los likes que consideramos merecer.

    Nos estamos deshumanizando buscando una felicidad que es puro marketing, dejamos que nos digan cómo debemos ser felices, consumiendo, viajando, asistiendo a fiestas... y, cómo no, colgando una foto de cada uno de estos eventos para que todo el mundo lo vea, generando frustración y recelo en quien no puede hacerlo, pues también piensa que la felicidad está ahí.

    Hemos llegado a un momento donde los vínculos son frágiles, nos comunicamos a través de las más diversas tecnologías y aplicaciones, pero no sabemos hacerlo en persona, y así incluso la felicidad y el amor se han mercantilizado. El neoliberalismo es voraz creando productos listos para el consumo de masas, y que mejor que comercializar la felicidad y el amor, todo el mundo lo desea.

    Tenemos un gran número de aplicaciones donde eliges a una persona que tiene una bonita foto de perfil, o a dos, o a tres... nos hace sentir bien que nos hayan elegido, la cantidad de matches conseguidos te pone en valor, y seguimos con la farsa del envoltorio, tanto que el culto al cuerpo, a la estética, es otro de los negocios en auge.

    Cuantificamos el amor, primamos la cantidad a la calidad, y así acabamos en este escenario donde los vínculos son frágiles, inestables, líquidos... donde nos venden que la felicidad está en uno mismo no al lado de nadie, y en esa ansiada búsqueda de la felicidad y el amor perfecto nos aislamos, nos volvemos egoístas, hacemos crecer nuestro ego y lo mejor de todo, necesitamos consumir más para sentirnos parte del mundo porque en realidad nos hemos quedado solos.

    La máxima que utilizaba Julio César “divide et Vinces” sigue siendo efectiva, ahora todos somos autónomos y nos enorgullecemos de ello, y así, divididos, todo es más fácil de vender y más lucrativo para las empresas y gobiernos. Nos hemos olvidado de que la felicidad también está en ayudar al otro, en crear comunidad, en compartir, en comprometerse en un proyecto, en crear relaciones sólidas y de confianza... esa es la esencia del amor, y no está en una imagen, no está en el exterior, hay que ir dentro, llegar al alma de las personas.

    Pero dentro hay vacío, ese vacío que rellenamos con todo lo que nos venden para ser más felices y más cool a los ojos del resto, y así seguimos alimentando este capitalismo que nos está deshumanizando. Es fantástico ser autónomo y tener independencia, pero no olvidemos que la felicidad, la dicha, si no la compartimos no es completa.

    Así que os dejo una pregunta abierta, ¿dónde me encuentro yo? ¿Fomento el negocio de la felicidad o contribuyo a crear felicidad? Humanicemos entre todos nuestra sociedad antes de que nos convirtamos en autómatas carentes de emociones, para eso ya la IA nos lleva ventaja.

    CEO Humanas Salud Organizacional

    12 jul 2019 / 20:50
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