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El caso Djokovic

    EL mundo mira atónito el caso de Novak Djokovic y su conflicto con las autoridades australianas. Lejos de aclararse su situación, su actitud y sus motivos, la polémica no cesa de aumentar. El tenista, al parecer, no se ha vacunado, sin que se sepa muy bien por qué ni si cuenta o no con un certificado médico que lo justifique. Luego aludieron sus defensores a un reciente segundo contagio sufrido por el jugador, cuando en las fechas indicadas participó en actos públicos y entrevistas, incluso consciente de su situación sanitaria.

    El serbio y su familia, por su parte, si en un primer momento denunciaron las “torturas” sufridas por el número 1 del mundo, ahora asumen errores humanos en la gestión de su entrada en Australia. Independientemente de que el tenista juegue o no el Open de tenis, el daño está hecho.

    El caso Djokovic alienta a los antivacunas, y a los defensores de una supuesta libertad individual que no considera que los límites de la misma deberían estar, precisamente, en la línea que indica dónde empieza la de los demás. Es decir, ni el tenista ni nadie debería enarbolar su deseo de no vacunarse poniendo en riesgo las vidas de sus congéneres. Y menos aún saltarse los confinamientos estando contagiado.

    Participe o no el jugador en el torneo, y aunque lo pierda o lo vuelva a ganar, lo que está claro es que se trata de un individuo que incumplió las normativas de tres países al no confinarse en su Serbia natal estando contagiado, poniendo en peligro la salud de niños y periodistas, viajando después a España para entrenar cuando esto no se contemplaba como justificante de entrada a nuestro país según la normativa vigente en diciembre, y posteriormente intentando acceder a Australia sin tener su documentación en regla y mintiendo nuevamente a las autoridades del país.

    Las normas, las restricciones y la ley han de ser iguales para todos, incluidos los deportistas de élite o los primeros ministros británicos. Eso es lo que han estado dilucidando las autoridades australianas.

    Y nada tiene que ver que se trate de un tenista de origen serbio, pues el trato no hubiera sido distinto si la nacionalidad fuese otra. Bien lo saben esos españoles dispersos por el mundo que no han podido visitar su propia nación o a sus familiares en muchos momentos de la pandemia. Y también tantos australianos a los que se les ha prohibido salir o regresar a su país por tratarse de uno de los lugares más estrictos con las normas sanitarias.

    Por cierto, Rafa Nadal, contra quienes algunos han cargado, simplemente expuso que era necesario vacunarse, pues “el mundo ya había sufrido bastante”, que lógicamente preferiría que Djokovic no compitiera con él, y que, en todo caso, había que respetar lo que la justicia dictaminase, la serbia, la española y la australiana.

    15 ene 2022 / 01:00
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